miércoles, 23 de diciembre de 2009

El árbol.

… Y… Él se encontraba quizás con el rumor de las hojas de Octubre cayendo sobre sus hombros, mirando al cielo y sintiendo el fresco que acuchillaba su cara al son de lluvias que no llegaban.

El árbol amarillentaba sus hojas y olvidaba el calor y su metamorfosis de meses y temporadas atrás. El árbol se moría por su primavera.

El proceso era el propio y el pensado en rigor de lo sucedido. El llanto desconsolado provocado por el proceso caducifolio solo hacía que agonizar la corteza circundante.

El árbol aceptó su condición de caducifolio y pensó que le quedaban los pétalos de las flores de debajo de su tronco. Las flores eran unas vistosas, de pétalo asimétrico pero de nulo aroma, su fotosíntesis nunca llegaba y eso hacía que el árbol las marchitara pensando en su amada luz, esa tan clara y solar.

Esa luz le había rozado sus hojitas mucho tiempo atrás… Le visitó en primaveras florales y en áridos veranos donde el árbol notaba como el calor hacía que la luz le quemase.

El árbol crecía rozando y haciendo caso omiso a los que venían a cortar sus ramas, a podarlo. Los podadores decían que si no se le podaban las ramas secas, cuando llegara el invierno el árbol no podría aguantar ni tanto peso ni hacer frente a tanta energía sávica necesaria. Pero el árbol crecía y se estiraba en busca de la reflejada solar arriesgando sus apuestas.

Pasaron los días y “la brillante” desapareció, cambiándose por nubarrones que olían a gris. Las hojas empezaron a caer mientras los arbustos al moverse soplaban vientos. Un olor a humedad invadía el bosque. Las plantas se refugiaban como ancianos encorvados mientras el árbol esperaba a sabiendas de que la luz había dejado paso a la sombra inerte de la guadaña.

El árbol soportó vientos y lluvia, vivía con el pasado al frente y el futuro eternamente amarrado al presente.

Los frutos del resto de los vegetales ya eran grises y amargos. Los de nuestro árbol no, aún conservaban el tinte de tus labios, el sabor de tu piel…

Se notaba en el ambiente sensaciones de cambio.

Los árboles ya le habían hecho un camino a Caperucita, llena de la luz y color. El lobo acechaba oliendo a Noviembre. Nuestro árbol débil, sin corteza externa, conservaba sus hojas, cabizbajas parecía que la tierra les llamaba a gritos.

El cuarteto de cuerda de la B.S.O. de aquel día se unió con el viento reinante y acordaron que escribían una canción con rasgos melancólicos que hiciese mirar al cielo, y descubrir una estrella…

Su música triste se llenó de color.

Las hijas recobraron vivacidad y vibraron saludando de nuevo al sol. El árbol se dejó regar para sentir las partículas líquidas moviéndose por sus rugosas capas y sabiendo que tenía que crecer más; tenía que tocar el corazón de la luz. Y creció, y lo tocó a la luz de la luna de un Noviembre precioso.

Todos se habían dado cuenta menos nuestro árbol…
Nos entristecimos con su proceso caducifolio sin habernos dado cuenta de que nuestra hoja ha sido, es y será siempre perenne, siempre junto a su amada luz solar.

Con esto llegó el invierno. Chaquetas que se atan tan preciosamente son regaladas por Navidad y Diciembre coge cierto toque mágico, tanto que el árbol y la luz decidieron dejar de contar estaciones y meses y empezar a contar por años.


Autor: Ricardo S.T.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Un ambiente gris y húmedo. Y flores. Y mantas.

Un ambiente gris y húmedo. Cerca de las nubes dada la altura y con pestañas aun abriéndose.
Por las ranuras de la persiana todavía no se filtran los rayos de sol y ya se nota una sensación de periódico y café.

La ciudad se despierta y nosotros echamos vapor por la boca a la vez que nos acurrucamos en el banco de madera con detalles negros. Delante una mesita con dos cafés, uno con sacarina y unas galletas que no probamos.

Medimos con delicadeza el trocito de manta que nos toca a cada uno. Una manta que por la noche picaba y por la mañana salvaba.
Te cojo de la mano por debajo de la manta de cuadros y me miras. Te sonrío y los dos juntamos nuestras frentes sabiendo que aquella imagen es la que queremos, esta imagen llena de flores, terrazas, cafeterías abriéndose y lecturas de entrevistas de “El País” es un detalle que queremos en nuestro futuro.

Tu casa, mi casa, la nuestra.

Mientras, apoyo mi pie en un tronco hecho a medida y dejo que mi café se enfríe un poco. Veo que cierras los ojos y suspiras levantando la cabeza. Tú sonríes.
Hago lo mismo, suspirando aun más fuerte y el aire fresco me recorre de arriba abajo el cuerpo desde las alturas; un cuerpo que esa noche vibró y soñó.
Brillabas haciéndome sudar y notando como éramos uno, como ya no había distancia entre tú y yo, que nuestra respiración y movimientos iban a compás del viento y el frío hacía calentarnos aún más.

Acercamos nuestras caras, nos miramos con los ojos cerrados, sintiéndonos y derrochando abrazos y besos. Te retiro el pelo de tu cara y te mojas los labios. Parpadeas y haces que me olvide del exterior y provocas que me caiga por el acantilado de tu ombligo.

Bailas y me amas con modelito de seda negra y pestañas embellezadas.

Todos los caminos que tomo me llevan hacia tus caderas y me deslizo por tu cuello y por mis sentimientos. Ahora todo vale, ahora volamos, ahora estamos tú y yo te estremeces y se te eriza la piel. Una presión hace que se me contraiga la espalda y me siento total y absolutamente en tus manos y a tu parecer. Nos miramos, las ondulaciones de tu pelo se funden en tu mirada, mis ojos sonriendo en tu cara, la noche, las luces del recibidor, la calefacción al máximo, tu boca, mi cuello, tus besos, mi cuerpo. Llegamos al clímax. Suspense embriagador de emociones llenas de éxtasis... Apoyas tu brazo en mi regazo y te deslizas a mi lado.

Soñamos y acto seguido nos amamos.
Rozándonos. Queriéndonos. Para siempre.


Autor: Ricardo S.T.

domingo, 25 de octubre de 2009

Trescientos sesenta y cinco días.

Y llegó la noche. Noche en la que ciertas cosas no han pasado como pensaba y otras tantas no estaban pensadas como quería…

Estabas de nuevo, tú, tú, tú y también tú. Movimientos escandalosos para mis sentidos te rodeaban y quizá el leve contoneo de tus pendientes al vibrar hizo que solo me fijara en un punto de entre miles de personas, en el único punto con el que soñé y sufrí. Ese punto eres tú, y tú y tú y también tú…

Ya no es lo mismo, intenté batir el velo que te separó de mí demasiadas veces antes de esta noche y siempre con el mismo esperanzador a la vez que fatal resultado. Hoy no, hoy hacía trescientos sesenta y pico días que fui feliz.

A día de hoy ya no te sirven (ni me sirven) las miradas, los reflejos, las sonrisas y el sentir de nuevo tu piel cerca. Ya no me sirve tenerte demasiado cerca como para olvidarme de todos menos de ti puesto que ya sé donde está el final de tu camino.

No soy yo la silueta que hay esperándote al borde de tu camino. Al borde del mío si hay una silueta y juré que era la tuya.

Tan cerca del amanecer y aun planteándome la noche de demasiadas maneras…
Esta noche es atrevida, esta noche es novedosa y colocadora de un cierto caché al portador de sus emociones. Esta noche ha determinado muchos matices donde la música hacía vibrar y gritar al son de besos dibujados y labios cerrados.
Esta noche no tiene tu nombre escrito como lo tenía el sol del día, esta noche tu nombre ha pasado de tener “x” letras a tener 365 días acarreados.

Ya no dependo de esos días que ahora te has llevado contigo, ya no me hacen falta, voy más ligero, cómodo y despreocupado…

… Y no podría estar más destrozado que al querer olvidarte, estar contigo e intentar no recordarte, tanto a ti, como a ti, a ti y también a ti.


Autor: Ricardo S.T.

martes, 13 de octubre de 2009

Avenida.

Y sigo aquí, bajo la luz de mi lámpara que hace que la silueta de la taza se refleje contra la pared, justo al lado del despertador… Y qué pena que mire la hora y sean las tres de la madrugada y tú no estés a mi lado.

Hoy he echado la vista atrás y te he recordado como me gusta recordarte, brillante y guapa sonriéndome, abrazándome desde la cintura y mirándome como lo hacías hasta culminar con un beso que ahora, si intento recordar, solo noto un sabor que me amarga.
Recuerdo tu delicadeza y tu versatilidad al moverte, al bailar usando tus caderas con vitalidad y haciendo que deseara que me siguieras manchando de carmín mis labios.

Ahora te mancho yo, pero con el tinte de mis letras, te marco y te pido que mires mis ojos mientras te dibujo y espero que recuerdes momentos mejores y que con ellos ates unos minutos de tu vida y te dejes llevar como lo hacías cuando yo estaba cerca.

Te escribo recordándote que agachabas la cabeza y me mirabas de esa forma tan pícara mientras te acercabas y me susurrabas tus cosas al oído.
Te veo y pienso en mi mano deslizándose por tu pelo y la tuya acariciándome la cara, y yo con el bello de punta y tú pestañeándome cerca, tanto que el aleteo de tus pestañas me embriagaba junto a tu perfume, ese que ya no olvidaré y que sigo notando si estas cerca.

Te veo y pienso en situaciones y elecciones, en verdades y en mentiras…

Qué pena que mire el reloj y marque algunos minutos más de sueño robado. Me asomo a la ventana y no veo a nadie, solo a esa calle con la que soñé ir acompañado de ti, contando anécdotas… Pero ayer volví a ir solo, de madrugada… Como todas las noches… Solo y mirando la acera, cada recuadro y cada línea matizada de asfalto que se junta con el arcén de la carretera, vuelvo a ir solo y pesando en lo anterior, en el pasado, en días atrás, quizás en meses.

Vuelvo solo entre palmeras y edificios, ruedas de coche y semáforos que se ponen en verde.
Veo de lejos el final del camino, tendré que girar a la izquierda dejando atrás esta avenida. Avenida en la que te he soñado muchas veces, avenida en la que se junta el frio y los corazones calientes.

Sigo andando y ahora hago crujir la espalda y se oye un grillo en un árbol rompiendo el silencio que simboliza esta calle… Se calla tras mis pasos y lo dejo atrás.

Parpadea la luz del semáforo y veo que, como ella, una sí y una no, sigo solo, sin ninguna figura verde que me indique que puedo seguir adelante.

Estoy llegando y sigo con la mirada agachada mirando mis pasos. Por fin algo rompe la monotonía: un coche con dos asientos ocupados, con un asiento que hace compañía al volante.

Necesito que te vuelvas e intentes recordar malos vicios y risas, chaquetas y besos.

Qué pena que ahora mire el reloj y la madrugada sea la única acompañante que me vea y me escuche, la única acompañante que sepa que quiero olvidarte y estar contigo.



Autor: Ricardo S.T.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Entre nuestros rincones.

Y hoy, ahora, miro todos los lados de mi habitación y me entretengo en los rincones con la mirada fija, perdida e intensa…

Miro el reloj y veo que son casi las doce de la noche y agito la cabeza en señal de desaprobación al verte abrazada a matices que no son los míos. Miro recuerdos y empiezo a recordarlos más profundamente, siento tus colores y tus ojos y labios sonriendo en mi cara, veo como pasan las luces al revés desde mi ventana y sigo recordando situaciones.

Sigo sentando y viendo resúmenes de mi vida en forma de fotografías, instantes de memoria y recordatorios de sentimientos y emociones.
Me reincorporo a la silla y veo mis dedos intentando destripar mi corazón a base de letras y movimientos… Es demasiado difícil conocer las palabras necesarias para describirte a ti, a mí, a tus momentos, a los míos… A nuestros momentos… A vuestros momentos.

Sigo mirando a los rincones de mi habitación intentando leer mis pupilas, sigo sin pestañear y mi cabeza está hundida en los recuerdos y emociones que nos hicimos para la eternidad… Me duelen los sentimientos y hago “así” con los hombros mientras me cruje la espalda. Levanto la cabeza y cierro los ojos, suspiro y no puedo sacarte de mi cabeza.

Han pasado los días, muchos, también meses… Incluso cuento alrededor de un año y sigo viéndote a mi lado, sonriendo y diciendo lo que piensas, sigo sintiendo ese aroma que desprendías mientras te acercabas y me cogías de la cintura. Sigo sintiendo esa emoción que tuve por verte, por verte y buscar entre los dos cualquier rincón sin luz donde los besos sonaran en el eco y te pedía que te agarraras de mi mano y no me soltaras en ningún futuro.

Quiero que deslices tu pelo entre mis dedos, que pongas mi piel en tu corazón y tu corazón en el mío, me gustaría volver a aquella escena, rodeados de chaquetas y luces, calles y altura. Me encantaría poder decirte otra vez como me siento si estás cerca. Me gustaría decirte que quiero quererte y revivir de nuevo el cuento que me he estado contando cada noche desde que te alejaste de mi cuerpo.

Veo el reloj y es de madrugada, es hora de irme, soñaré contigo, soñaré conmigo y quizás me despierte y todo esto sea un sueño y abra los ojos y estés tú, esperándome sonriendo y haciéndome señas para que me acerque para abrazarme fuerte, tanto que me entren escalofríos de alegría como el que estoy sintiendo ahora mismo.



Autor: Ricardo S.T.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Corazón de color café.

Mi corazón se acelera y estoy deseando que se pare, me cae el café mojándome los pies cuando me dices tus noticias, cuando me dices tus decisiones… Cuando decides dejar mi vida al azar y hacer que me desprecia cada vez más.

Mi corazón se cae y se hunde, recuerdo palabras y vaho, frases y maletas, te recuerdo y no veo mi vida sin ti, no veo un segundo sin tus manos ni tu risa, no me veo si no estoy a tu lado.

Vuelvo a recordar paisajes y memorias, como te miro y te escucho, tu sonrisa formándose en tus labios mientras me cuentas tus cosas, tus caderas llenándose de emociones y matices que hacen suturar mi corazón.
Sensaciones nerviosas y punzantes me recorren el cuerpo pensándote, sabiendo que ya nada justifica nuevas promesas, sabiendo que te quiero y que no quiero nada más, sabiendo que no te puedo esperar más y viendo como se me ahoga el alma.

Recuerdo tus pantalones, recuerdo tus camisetas, recuerdo tu chaqueta olvidada junto a mi vida, recuerdo mi mano sobre la tuya y mis ojos sobre los tuyos machacando nuestros cuerpos a base de amor. Necesito tus labios, necesito tus besos, necesito tu corazón y tus palabras, necesito tu actividad, necesito poder llorarte y rozar tus lagrimas, necesito balancearme sobre tus sentidos, repasar uno por uno tus movimientos y sentirlos con tanta fuerza que se me rompa el corazón…

Cae la noche y mi café sigue ahí, tirado, quizás mojado por unas heridas que me quedan de hace unos minutos.

No puedo creer que esté muerto, aquí tirado y rozando la sutileza de mis pensamientos con el suelo.

Aprieto mis ojos y me salen las lagrimas de manera temblorosa recordando como temblaba tu pierna cuando estabas cerca de mí… Y como temblaba yo por dentro cuando mi vista te alcanzaba.


No hay duda de que eres la chica de mi vida, eres la chica que amo, que me he dado cuenta tarde que eres la chica que puede decidir mi presente y mi futuro, la chica que me mueve, que me estremece, que me hizo brillar y vibrar como ninguna, que supo enseñarme a hacerme mayor, la chica que me enseñó sentimientos.


No puedo evitar pisar de nuevo el café arrojado, sigue ahí la mancha, se secará y quizás no quedara impregnado nunca su olor, pero el sabor persistirá en mis labios, en los tuyos…

Aprieto de nuevo los ojos y las lagrimas ya no tiemblan, simplemente también lloran, aprieto los labios y el agujero de mi garganta empieza a doler y a crear vacío.
Quiero besarte entera, rozar mis labios con tu piel y abrazarte como nunca te he demostrado que sé hacerlo.

Quiero quererte, quiero amarte y quiero rodearte con mis palabras.
Quiero embellecerme si estás a mi lado, quiero balancearme junto a tus matices, quiero apretar los ojos y que sea porque me los cierras tú, quiero llorar de pasión como me demostraste que se podía.

Cae la madrugada y sigo con mi pié derecho mojado, el color del calcetín ya no retornará nunca, estiro las piernas y hago “así” con los hombros, crujen e intento asimilar que mi corazón lo ha hecho mucho antes. Veo a mi alrededor y hay recuerdos, pero no estás tú, veo mi cama y te veo ahí, mirando el paisaje y sintiendo tu cuerpo, te veo fumando en mi balcón y yo frio y abrazado en tu regazo.

Te veo con bromas y ceños fruncidos, te veo entre cafés y cervezas entre asientos y metáforas. Sigo viéndote.
Quiero hacerte ver lo que yo no supe mostrar, quiero volver a cogerte la cara para rodearte con besos. Quiero tener lo que siempre he querido.

No quiero perder mi vida, no quiero perderte.


Caen los minutos y el café se seca, no hay servilletas en el royo de papel y solo quiero que pasen las horas para buscarte y encontrarte, para hablarte y pedirte que me hagas feliz.



Autor: Ricardo S.T.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Aros.

Y ahora, mientras las penas las va absorbiendo mi cafetera y veo como toda la noche y todos sus paisajes se quedan ahí fuera, justo detrás de mi ventana, pienso en tus aros, pienso en tus plateados y brillantes aros. Pendientes grises metalizados que crean una espiral de recuerdos.

Veo tus aros y veo tu imagen, veo tus labios y veo la mía.
Aros… me estremecí después de mucho tiempo sin verlos. Estabas sentada, apartándote el pelo detrás de la oreja esperando a que una brisa te refrescara.

Las puntas de tus cabellos rozaron tus aros, infinitos bucles de emociones que muestran tus matices…

Sueño con tus aros, sueño con tu complemento perfecto, te sueño.

Cuando cae la tarde busco verte, como cada día desde hace dos primaveras. Yo salía de casa, arreglado y puntual. Buscaba un entretenimiento y una excusa para besarte si te veía y seguir la estela de mi cometa fugaz.
Te veía y pensaba en ti, en tus aros, en tus labios, en tu pelo, en tu arena, en tu reflejo, en ti y en mí.

De eso no te quedaste ningún recuerdo, quizás una leve herida que condiciona tu carácter.
Mantengo la esperanza de que tu cariño quede guardado en algún lado, quizás cerca de ti, quizás en tus aros.

Y entre los aros de tus pendientes me perdí, me volví gris metalizado al son de besos y noticias tuyas y ya no hubo cartas de amor, no hubo día de viaje al mar, no me devolverán mis veranos perdidos y espero verte pronto salir de tu casa desde mi balcón, desde nuestras nubes y que conserves, aunque dure poco su significado, tus aros… Esos que me envolvieron en cierto momento nocturno.


Autor: Ricardo S.T.



PD: Va dedicado a ti, y espero que lo sepas... Pero también va dedicado a todos aquellos que se aburren diciendo tonterías que hacen menospreciar el trabajo y la ilusión que puedo poner a mis letras.

domingo, 16 de agosto de 2009

El amor es el castigo que se le impone a quien no sabe estar solo.

Y ahora, justo ahora y hoy mientras la azulada luz de la mañana de domingo entra por las ranuras de mi persiana comprendo que el amor es el castigo que se le impone a quien no sabe estar solo, no hay duda.

El amor y sus drugos, el amor que me saluda con dos besos en la mejilla y cabellos rubios que me rozan. El amor que se despide con falsas promesas y una sonrisa rosada. El amor se despide con ojos azules.

El amor no se siente, se padece. Te has convertido en algo tan necesario para vivir que me mata, te has convertido en mi velocidad, en mi veneno, en mi curación.

Y así siguen pasando los minutos, por las bocas de mi persiana entra ahora luz naranja. De verdad, aún esperaré.
Y allí te encontré mientras alguien me contó que quizás tú no me echabas de menos.

No vestías de azul sueño, tus labios no se volvieron más rosados de lo que acostumbras para lanzarme un lazo en palabras como en sueños y épocas anteriores.
Te despediste y toda tu luz fue devorada por arenas de playa y música electrónica. Era mucho más, estabas en tu éxtasis, estabas en tu auge, estabas tan… preciosa.

“No sé qué será de mí”, pensé cuando vi que decidías no venir conmigo. Te volviste junto a una mezcla de abrazo engañoso y besos demasiado lejos de las comisuras, te miré para verte de espaldas alejándote una vez más de mí, te miré y recordé que me hubiera gustado desafiar al amor y buscarte como me buscaste, y mirarte como me mirabas, y besarte como te besaba…

Mi móvil no suena ni marca tu nombre, mis ojos no pueden perderte de vista. Se han quedado otra vez en un suelo demasiado pisado… Otra vez te tuve cerca, tanto que pensé que sería feliz, tanto que dejé de escuchar mi corazón para sentir el tuyo… Tanto que me muero si te separas. Y te separaste.

Me contaste que llevabas muchos días encerrada en aquellos pensamientos. Yo te obsequié con tranquilidad a cambio. Sé que me dirás… Solo busco que me lo digas. Quiero oírte, quiero empaparme de nuevo en tu voz. Necesito y quiero estar contigo.

Solo buscaba una pista que me ayudara a encontrar la luz que se quedó en tus ojos, y me entretenía viendo que, como en aquel Otoño, yo seguía pareciendo una hoja cayendo al compás de tus olas.

Otoño rubio, Otoño azulado, Otoño, vuelve para mostrarme como el humo de tus cigarros temblaban en tus ojos, vuelve para recordar pantalones rojos, verdes, azules, vuelve para recordar el cabello recogido, suelto, encima de mi cara.

Vuelve, que te quiero amar.

Da igual que sea en un suelo embarrado o al lado de la arena. Da igual que sea en muros estudiantiles o en Requena. Me da igual mientras estés tú.

Y aún sabiendo el final de la película compraría otras dos entradas en taquilla. Sé que una se malgastará.

¿Te apetece una película o mejor me marcho? Mi persiana dice que hoy es siempre… Todavía y que el verano está inacabado.

Mi cabeza solo puede recordarte. Mi corazón... Éste no dice ya nada.


Autor: Ricardo S.T.

miércoles, 22 de julio de 2009

Atrapado en tu azul en una tarde de Julio.

Tarde de verano con persiana bajada, tarde de Julio en la que subes un escalón, hasta mi cabeza.

Tarde de Julio en la que pienso en lo afortunado que es el que siente y lo desafortunado que es el que padece por sentir.
Con esto me pregunto cómo sería esta tarde de Julio en la que la temperatura se eleva y tú apareces, como cada día por mi mente si no sintiera nada, si se desvanecieran mis sentimientos y con ellos los recuerdos, las fotos, las letras… Los besos.

Me pongo a pensar y dudo.
Me pongo a dudar y saco conclusiones en las que las emociones no tienen lugar y los sentimientos son ceniza.

Se siente y se sufre… ¿O se sufre y se siente? Es difícil describir mi situación.
Me acuerdo demasiado de cómo hacías vibrar, me acuerdo demasiado de aquellas mañanas entre muros estudiantiles…

Me acuerdo que te veía, y solo te veía a ti, y sentía, y solo te sentía a ti, y te quería… y te quiero.

En momentos duros me replanteo qué es el amor llevándolo a temas irónicos en los que solo se sufre por él y ves como tu chica va siguiendo su camino mientras tú caes y te llevas contigo tu maltrecho corazón.

En momentos rosas veo como el amor se toma con un sentido pasional, en el que si no estás con la otra parte de ti no eres nadie… Exactamente igual que cuando se sufre.

No quiero desmontar el amor, no quiero decir que sin sentir no se sufre, no quiero decir que amar es sufrir.

Quiero decir que sufro, que te quiero y te veo pasar quizás en sueños por aceras diferentes a la mía, veo como no me dices te quiero y sufro, y siento.
Veo como vuelves a jugar con tus labios al compás de tus ojos, desprendes melodías que hacen sentir… Sentir y sufrir.

Quiero quererte y quiero olvidarte para no sufrir. No te olvido porque sufro. Sufro porque te quiero.

No te olvido.

Tarde de Verano con la persiana bajada, hoy no quiero que entren los rayos uva, ni violeta, ni gamma.

Hoy solo quiero sufrir y sentir que te quiero.
Que te quiero y sufro…

Pero te quiero.


Autor: Ricardo S.T.

miércoles, 1 de julio de 2009

Luces tenues ya han perdido sentido y valor.

Y quizás ahora cuando luces tenues ya han perdido sentido y valor es cuando reacciono e implico mis emociones dentro de mis sensaciones.
Quizás ahora que miro alrededor y no tengo una caricia es cuando pido a tu cintura que se acuerde un poquito de mí.

Sigo pensando como temblaba el humo de mil cigarros en tus pupilas, como se enredaba el gris mercurio de aquella temporada en tus párpados.
Sigues teniendo un hueco a mi alrededor, sigo llorándole al espejo intentando volcarme en mí mismo, buscando sentido a mi cuerpo lejos del tuyo.

Sigo siendo aquel tipo que intentó llegar a la mitad de tu equilibrio y resbalé por el acantilado de tu ombligo.

Quizás te hubiera gustado empaparte de mil noches en las que solo el sereno nos encontraría amarrados a nuestros corazones.
Quizás yo siga soñando con volverte a ver sobre aquella pista, bailando y dejando que emociones se intensificaran al son de matices colorados recordando lunas y arenas, vaho y suelos embarrados, recordando promesas encantadas esperando a ser cumplidas.

En su día nos despedimos, nos rozamos las caras sabiendo que ya nada justificaría nuevos detalles, sin saber que nuestro "tocado" corazón perdió sueños, caricias y pieles perfumadas, comisuras e interés.

Me enredaste en tu sabor, hiciste que vibrara con solo el roce de tu dedo en mi espalda, con solo ver de reojo tu brazo en mi regazo y acercándote, estando a mi lado.

Te fuiste y te diste una vuelta por mi vida, llegaste y dejaste una huella a la que quiero olvidar al mismo tiempo que quiero volver a besar. Quiero vivir en tus labios, besar tus caderas y fallecer en tus ojos, esos que me inundan tan fácilmente.



Autor: Ricardo S.T.

martes, 2 de junio de 2009

Besos dedicados.

Y no sé cómo explicar esa tremenda sensación entre pecho espalda, no sé como detallar esa “presión blanda” que se avalancha por mi garganta haciendo que solo piense en esa noche que fue cumplida porque pedí el deseo de una noche donde viernes y sábado se unían noctámbulamente dentro de corazones entre abiertos y una sensación de calor que inundaba mi cuerpo.

Era noche de mayo y las emociones se dejaban llevar por transiciones acordadas, por palabras afectuosas y quizás un bonito mundo mejor. Así pasaron los minutos y las copas, y rodeados de caché y sudor me miraste así tan duro, como siempre.
Nos acercamos y nos rozamos las caras sabiendo que ya nada justificaría batallas perdidas, que nuestro corazón tomaba un cierto tono rosado y cariñoso esa noche y se llenó de nervios.

Te miré e imaginé, te hablé y soñé… Después de besarte no olvido tus ojos, alargados y brillantes, grandes y felinos donde poder inundarme en un mar de ginebra, quizás encontrar en tu cuerpo una playa en la que encallar.


Deslizándome por tu cadera, llegando y dejándome caer por el acantilado de tu ombligo me vi dibujando curvas y sensaciones. Intensificaciones de piel hacían que me erizara, veía tus besos, sentía tus labios y veía que seguías a mi lado, tu brazo por fin rodeándome y mi mano uniéndose a tu piel.
Cierro los ojos y todavía te veo a una distancia mínima, intentado raptar tus labios para el futuro.

Tu calma, caricias y la respiración se tuteaban, sin dejar espacio a la luz ni al aire. Te rocé, te sentí y te besé.

Te volvería a rozar, quiero sentirte, quiero buscarte y te encontraré.
Y ahora tú besas el aire que besa mi cara, ahora tú, chica de cuero, bailas al son de presentes y haces que yo me retuerza en pasados. Ahora que los días se alargan más intento pensar en otras futuras conversaciones donde te de besos de terceros y te dedique otros, más emocionales, de mi parte.

Y quizás, con luces, sepa como volver a ese viernes de mayo… Donde la noche y el día se unieron en mitad de dos intensidades, en mitad de dos cuerpos.


Autor: Ricardo S.T.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Espero por quemarme pensando en tu sonrisa.

Él siempre soñaba en volar y amar mientras disfrutaba, desde la distancia, de los ojos de ella. Él deseaba que le volvieran a azulear sus emociones.

Mientras, él, recostado en su mesa y viendo la rosada sonrisa de su pasada chica, hacía como que escuchaba en 2º plano los teoremas y funciones.
Sonaba la campana y ella sacaba orgullo y fuerza. Estaba tan jodida y radiante que culpaba a su carbónico de su presente comida de cabeza.

Una de las últimas rubias de él ya no le miraba como antes, ya no veía en él las ganas de volar hasta donde las puertas aún están abiertas, donde la muerte no fuera un fin y vivir fuera feliz.

Ella volvía con sus tirantes morado, sus sensuales formas y su boca azul, rodeada de una camisa de rayas que coloreaban su cintura, rozada y rodeada por una sutil costura que provocaba excitación al mezclarse con tintes naturales rubios.

Él huía de espejismos y olas de mar. Él la volvía a mirar y pensaba que cualquier día llegaría el día, ese momento comparable a la llegada a la cima de la piedra que Sisifu empujaba…

Él quería besarla, quemarse pensando en su sonrisa y bajar los telones morados en una unión de intensificaciones sensuales.
Sus manos, su cara, sus ojos sonriendo en mi cara, su calma, su sonrisa, mi respiración… Sin nubes en el cielo y buscando inspiración.

Él se movió por sentimientos y deseos. Por más que siguiera haciéndole caso a la necesidad no paraba de recordar.

Quizás tenga que esperar a que las barreras de su pensamiento se ahogues en un cubata para que pueda coger las riendas de su rebelión subiendo su camisa…
Quizás deje de verla y miles de pájaros salgan de la cabeza de él, quizás un día él desaparezca, ella se recordará de cómo juntaba letras.

A él no le encontrarán, solo verán rubios y azulados pájaros volando cuando recuerdos melancólicos lo llamen.
Solo se recordarán sus letras… Solo sus labios, solos sus oídos, sola su voz.

Y éste es mi yo. Mi historia.

Embobado miro el sol que acaricié… Ella, con el ruido, no lo quiso ver.
Y el impulso de oír de nuevo tu voz, aun teniéndola permanentemente en mi cabeza y en la silla de al lado, ha hecho que venga aquí, después de salir volando por los recuerdos de aquel octubre.

Los colores de tu vestido besan la cintura que roza tu vaquero. Un instante de insistente paciencia que sigilosamente se resvala por los nervios de ver como vacías los andenes de mi interior, se resvala por ver el futuro al frente de música triste llena de color de recuerdos que sueñan que vuelan hacia aquel suelo embarrado… No tengo donde ir, así que iré a cualquier lugar.

Con tus ojos perdieron el sentido estas letras… Con tus labios lo perdí yo.
Ya no creo en la paciencia, creo que ya no me entiendo.
Creo en los actos, creo en el pensamiento, creo en el acercamiento. Me gustaría ir ciego buscando tu salida sabiendo que miras, pero dejé de ver la luz entre las ramas cuando tus ojos dejaron de cantarme y dejaste de poseer poesía, de caminar mientras componías amor.

Sientes lo que expreso, espero que sí. Tócame la cara, que me tiembla el alma.

Y mientras yo, recostado y pensando que si me dieras la tu luz te llevaría por el camino que conozco dejando atrás un paréntesis de silencio.
Sueño con tu brazo en mi regazo y mirándote de reojo para ver si sigues a mi lado.

Por ahora el mundo se ha parado. Escoge un pincel y empieza a inmortalizarlo.


Autor: Ricardo S.T.

domingo, 24 de mayo de 2009

Miradas hacia una cereza.

Todo empezó con una mirada desconocida, una mirada de esas que hacen fluir pensamientos mientras letras encubiertas por intermediarios hacía de esa situación una muy dulce y agradable.

Ella hacía verse, detenía sus palabras justo al borde del camino, haciendo que el cuerpo del receptor vibrara al son de piropos infundados en una fe ciega.
Ella hablaba de perfección e inteligencia unida a belleza. Él mostraba una parte intensa aunque amable de su personalidad. Los dos se miraban y sonreían haciendo que de un tiempo a esta parte cueste muy poco dejarse llevar por deseos.

Ella, mientras, dejaba ver sus labios rozando rojas cerezas. Acariciaba el rojo besándolo, pensando quizás en un futuro próximo que le intensificara sus emociones.
Él, por su parte, prefería inundarse en la sutileza del momento, pensando en cómo describir aquello que veía haciéndolo de lo más sutil y delirante.

Y así pasaron los días y las estaciones, poquito a poco todo fue terminando y en los créditos, ahora, aparecía un nuevo protagonista, un protagonista algo menos recorrido en distancia y equilibrio, algo menos formado en cuanto a abrazos y camas compartidas.

Pero bueno, esta historia es como las cerezas, quizás se pierdan en el flash de una foto sin encuadrar, mostrando solo lo esencial , esencial y práctico, bonito… Perfecto.

Te conocí viendo pasar trenes que creí que nunca regresaban… Parece que el tiempo nos reunirá tras enseñarnos nuestras heridas. Te soltaste el pelo y amarraste con tu cinta muchas cosas de mi vida… Aún te debo algunas letras… Aunque como ya te he dicho, te conocí viendo pasar trenes que nunca regresarían y tú estabas esperando a otro hombre en la estación.

No puedo dar con esta último párrafo para terminar esta colección de letras, creo que se ha quedado algo dormido en mi garganta.

Sigue coleccionando soles, sigue moviéndote al son de cerezas, que seguiremos mirándonos y sabiendo que aún nos quedan muchos latidos con los que mecernos.



Dedicado a Neus, Sigue buscando tu cereza.




Autor: Ricardo S.T.

miércoles, 29 de abril de 2009

Algo más de 50 metros.

Llevo días buscándome… No quiero pensar en arena de playa ni nubes que reinventan su voz.

Me veo al revés siempre que recuerdo brillos de fotos… Estatuas de sal que preparan su salto mortal.

Fue algo que salió mal y ahora no mira a la cara en los cruces donde se dibujan momentos de ciencia ficción.

Si echo la memoria hacia atrás ensucio recuerdos… Solo sueño con fotos sin flash que al revelarse hacían ver labios rosados y felinos ojos, aquellos que me inundaron y me hacían vibrar.

Podría contar que ocurrió ayer, podría decir que hace tanto tiempo que el sol se ha vuelto a poner… Me acariciaban aromas de playa y fuego, me rozaban emociones que brindaban por algo que por fin existía, algo conocido etílicamente y terminado de forma melancólica.

Ella con el ruido de fuera no pudo ver que aquello era algo más que pasajero, algo con lo que de un tiempo a esta parte se hubiera contando como un antes y un después… Y así fue.

Ella llegó tarde, quizás no me vio y vio a demasiada gente… Tal vez en vez de su presente vio una fiesta en su lengua… No vio esa “reflejada solar” que despuntaba en nuestros corazones.

Tu rostro, de repente, claro y brillante me ilumina… Tus gestos me llevan a memorias y recuerdos donde bailaba hasta el amanecer… Junto a ti.

No había principio ni final, tan solo lo que querías ir contando… Yo simplemente respiraba y te amaba, resumía en letras lo que dejé y recogí en ese lugar… En esa burbuja de hielo donde la ambigüedad y lo real surcaban con nudos entre las manos.

Al salir de la pista vi que aquello me dejó en la espuma de una marea… Me atrapó una red de una novela de Poe.

Me dejó algas tejidas en forma de desilusiones, me dejó, como diría Vetusta Morla, los versos borrados, la tinta de un borrón, un papel mojado.

Me estoy cargando de nostalgia… Y me sigues pareciendo la chica más granizadamente especial de la ciudad mientras tu nombre aún sigue escrito en la arena aquella primavera.

Mi portal aún busca el rincón donde los ecos de los susurros se agarraban de la mano, por miedo del futuro.

Ahora hay noches vacías donde vuelvo solo y malherido, aburrido y vigilando las caras de viajeros que vagan junto a mi.
Aún arde la llama que encendiste… Y debimos decirnos algo antes de que nos dejáramos de acercarnos y besarnos… Y mientras tanto quedara muerto.

Ahora son algo más de 50 metros de distáncia...

Y siempre, siempre… Mirarte a los ojos, y tal vez recordarte que antes de rendirnos fuimos eternos.


Autor: Ricardo S.T.

martes, 7 de abril de 2009

Comisura.

Él vestía bermudas. Era una noche calurosa de un movido verano. Ella, expectante aunque con cierto tono interesante, le esperaba.

Él, cada segundo se perdía por la comisura de sus labios, recordándola, viendo el tiempo luchado y ganado, sintiendo esas partículas de aquel comienzo arenoso y amoroso. Notando y sintiendo aquellos factores que hacían de ese día uno de los más recordados de su vida.

Tiempo atrás él se dejó caer sobre la que parecía la más dulce de las opciones. Se dejó embaucar hasta las trancas por aquellos ojos felinos, dedicados a la luz lunar cada noche, cada momento.
No cabían más cosas en su cabeza que ella, ella, ella… Metáforas al uso que se quedaban cortas a la hora de expresar y magnificar sus emociones…

Ella lo esperaba, después de que él concertara cita con la que sería su futuro más oscuro y desagradable, en el relieve de las escaleras de un lugar con fuerte gradación simbólica.
Ella estaba allí, tan tan radiante, quizás cambiada exteriormente por acciones, sucesos y alguna que otra copa, él, sin embargo, la veía como siempre, la sentía y besaba como nunca. Él no sabía que aquella chica que le ablandeció el corazón una y otra vez se convertiría en una foto sin flash.

Tacones amarillos y encajes de vaquero le sacudieron, le hicieron vibrar hasta intensificársele la piel. Se erizó, su piel se activó cuando esos ojos los tenía delante, cuando los ojos de su chica los disfrutaba y le hacía recorrer toda su espalda a base de punzadas de color blanco y negro.

Abrazos, besos, sonrisas.
Ella podía detener el tiempo con solo un batir de párpados, y así lo hizo mientras él se rescostaba sobre aquella rugosa pared.
Bolas de collar rozaban el cuello de ella, rociándose levemente de su característico perfume. Él las contemplaba y se quedó impregnado en su corazón y en sus letras ese inconfundible aroma.
Vibró junto a su chica, se elevaron hasta la cumbre de ese amor anunciado meses atrás.
De la mano se despidieron calle abajo, en medio de tanto ruido se dieron un beso más, uno de despedida. Acordaron verse, acordaron volverse a amar… Pero no sabían que ese beso de despedida sería el último, sería el final. Sería el que siempre será recordado como la última parte de cariño demostrado.

Él No volvió a rozar la comisura de sus labios. Enloqueció soñándolos.
Quería volver a disfrutar de sus ondulaciones, de su fina tez blanca y su rosa al lado, quería acariciarle y volver a ser lo que fueron antes de rendirse… Eternos.
Ella al margen, guardada en su sí hasta hartar, increíblemente enamorada.

Las emociones de ambos no volvieron a bailar sobre la pista construida durante meses. Los sentimientos jugaron al escondite, donde fue imposible encontrarlos, otra vez… Como cada mañana.

Él seguía enloqueciendo muchos días, aunque muchas más noches… Mil noches.


" Dedicado a mis lectores, en especial, a mis seguidoras del otro lado del charco, a las cuales les debo y agradezco tanto tanto apoyo y ánimo que me permiten seguir juntando letras y demostrar que todos podemos disfrutar."
GRACIAS


Autor: Ricardo S.T.

lunes, 16 de marzo de 2009

Vaho hasta el apagón.

Y aquel día y junto a su amiga lunar, todo giró hacia la perfección rozando el calor y la cara de la felicidad… Se juntaron flashes con alcohol, quizás restos de deseos y altas dosis de gran-gran amor.

Ella extendió su mano, vestía perfecta y enamoraba. Brillaba porque sí, descomponiendo al chico en mil pedazos liberando la piel.

Él, expectante, se dejaba llenar de colores y letras de agua y clima.
Entró en contacto el dedo de ella con el cristal de esa máquina a motor.

El cristal, compuesto por los efectos del frio y el clima de esa noche se quedó marcado y tintado de letras y emociones, de risas, canciones, sensaciones… Amores, deseos. Pasiones.

Él la miró mientras fundía sus letras dentro suya, estaba tan “ella” que no se resistió a abrazarla y besarla. El chico pensó que podía, en ese momento encantar, girar, brillar, vibrar… Pero también podía saber que cuando ella mañana esconda su voz y no esté a su lado… Él hará de su angustia una flor, y con ella una bandera para así calmar la melancolía de la chica de su vida… Hasta que vuelva!
Saber que sin ti, amor, duele más.

El vaho abrazó su dedo, pequeñas partículas solemnes y embriagadas recorrieron la espalda del chico… Éste vibro y aprendió su truco.

Por la noche se atraparon corazones asfixiados y se miraron, eran felices… El juego les había dejado así…
No se donde queda el rumor que les vio nacer… Pero ahora las dilatadas pupilas ven que todo es perfecto, que se machacan sus cuerpos prietos por sus sueños… Y volved a mirar… Ellos son felices.

Y esas partículas escribieron: TE QUIERO.

Y es verte… Y quiero verte y quiero escribirte y dibujarte en el vaho… A mi lado.


Autor: Ricardo S.T.

lunes, 2 de marzo de 2009

Tal vez fue aquel suelo embarrado...

Y aquí pongo laa traducción del anterior texto, espero que sea del agrado de todos. Aprovecho para dar las gracias a las personas que me apoyan y que siempre están ahí para leer mis letras juntas.


Tal vez fue aquella noche donde el suelo estaba embarrado, marrón y las suelas de los zapatos hacían bailar sus colores, siempre tirando hacia el sucio final… Y aún todo eso, en resumidas cuentas era bellísimo.

Se acercaba la hora donde él por fin, y después de una dura, aunque maravillosa semana estudiantil la vería, gozaría de ella fuera de aquellas paredes llenas de letras, números y palabras tintadas de negro y azul.

Ambos quedaron en un recinto donde aquel día se transformó y se perdió por el camino de la fiesta y el alcohol. La fiesta era viva por la gracia de miles de personas, miles de miradas y palabras más mayores que menos donde lo único que querían era cazar historias sentimentales.

En aquel recinto de fiestas, en el centro, se encontraba la que fue la pista sobre la que bailaron todos aquellos sentimientos y emociones, donde se cantó con la fuerza del puño que brillaba en los ojos de ambos.

Él, al verla, se acercó a ella, rubia, tan tan bonita. Su aroma era la envidia de todas las flores mientras que el helado aire que refrigeraba y hacía vibrar se apartaba delante de la fragancia y textura de aquellos ojos azules que presentaba la chica.

Él se enamoró… Melodías dinámicas y preciosas sonaban a ritmo de “ragga” mientras que besos y abrazos recorrían el cuerpo haciendo escala en la nuca, una punzante escala que dejaba sensaciones de emociones, emociones de amor, intensificaciones de la piel.

Brazos que rodeaban pensamientos hacían que los azules ojos de la chica compaginaran con el caliente cuero que rodeaba al chico… También las palabras que querían decir y que, como tantas veces, ahora se arrepienten de no haberlo hecho. Y se fueron de aquel recinto…

El chico salió del corazón de la chica, de su corazón y de su cama, y desde entonces sabe que solo están sus ojos, sus oídos… Sola su voz.



Autor: Ricardo S.T.

miércoles, 25 de febrero de 2009

Tal volta fou en aquell sól embarrat...

Antes de empezar esta publicación aviso, está en catalán, en breve publicaré la versión en castellano.
Gracias por vuestra paciencia.

Tal volta fou aquella nit on el sól hi estaba embarrat, marró i les soles de les sabates feien ballar el seus colors, sempre tirant cap al brut final… I encara tot això, tot plegat era bellísim.

S’apropave l’hora on ell per fi, i després d’una dura, encara que meravellosa setmana estudiantil la vorie, gaudirie d’ella fora d’aquelles parets plenes de lletres, nombres i paraules tintades de negre i blau.

Tots dos quedaren en un recinte on aquell día es tranformà i es pergué pel camí de la festa i l’alcohol. La festa ere viva per la gràcia de milers de persones, milers de mirades i paraules més majors que menys on l’únic que volien ere caçar històries sentimentals.

En aquell recinte de festes, al centre, es trobava el que fou la pista sobre la qual ballaren tots aquells sentiments i emocions, on es va cantar amb la força del puny que brillave als ulls del tots dos.

Ell, en vore-la, s’acostà a ella, rossa, tan tan bonica. El seu aroma ere l’envetja de totes les flors mentre que el gelat aire que refrigerave i feia vibrar s’apartave davant la fragancia i textura d’aquells ulls blaus que presentaba la noia.

Ell es va enamorar… Melodies dinàmiques i preciosses sonaven a ritme de “ragga” mentre que bessos i abraços recorrien el cos fent escala en la nuca, una punçant escala que deixaba sensacions d’emocions, emocions d’amor, intensificacions de la pell.

Braços que envoltaven pensaments feien que els blaus ulls de la noia compaginaren amb el calent cuir que envoltava al noi… També les paraules que volien dir i que, com tantes vegades, ara es penedeixen de no haver-ho fet. S’enanàren d’aquell recinte…

El noi eixí del cor de la noia, del seu cor i del seu llit, i des d’aleshores sap que sols están els seus ulls, els seus oids… Soles la seva veu.


Autor:
Ricardo S.T.

lunes, 19 de enero de 2009

Cuadrar el círculo de esta obsesión...

Una mañana gris y desencantada, yo con la mayoría de horas de mi errante despertador en mi insomniolenta posesión, vi que aquél no iba a ser un hitoso y prodigioso día para la posteridad.

Salí de mi casa, salí de mi cama.

Recordé mis haceres y olvidos, recorrí con esos pelos y cuero por doquier la hacera con destino de tinta por echar y folios DIN A4.

Mientras las caramelizadas suelas de mis ya desgastadas y quizás más grises de lo que acostumbran, zapatillas iba rozando la ciudad de cemento y madrugón, iba yo pensando que hoy, como otros tantos, llegaría después de que los pilares rectilíneos que marcan la historia anduvieran por la hora fijada.

Entre rayos de luz y otros matices, y con una mañana algo más precisa y clara, rocé el aire que besaba plantas, bancos, arboles y balancines…

Vista izquierda, vista derecha, despertadores y cafeteras.
Vista hacia, quizás, una posibilidad emocional y pseudosentimental… Posibilidad inaudita e imprecisamente realizada.

Rocé con deslizante licra un lugar de madera. Rocé apoyo reconocido… Pensé si ese banco sería mi guarida para los cuarenta y dos minutos que restaban para la siguiente hora marcada.

Nada más lejos de la realidad, vi como el tercer piso quedaba inaugurado una mañana más… Tercer piso de tiempo de paso y jodidos días. Ví como en aquel tiempo podía juntar letras y escribirme en aquella mañana. 29 Minutos más tarde resumo lo que ahora es mi día.

Y ahora, al lado de años más largos, miro la hora en la pantalla… Pensaré en marchar… No sea cosa que los pilares… (Bla, bla, bla).


Autor: Ricardo S.T.

viernes, 9 de enero de 2009

T'estime, t'estimo, t'estim.

Te veo rayando corazones, borrándolos quizás…

Estás cogiendo las riendas de mi rebelión subiendo el cuello de tu suéter, acercándotelo, deslizándotelo, preciosa, por tu textura.
No puedo remediarlo, cosita, tu mirada me provoca.

Tu piel blanca, preciosa, me enamora, tus ojos al brillar me vuelven a hacer vibrar… Como en aquél Octubre.
Recostada estás, tu brazo vestido con tu suéter desnuda mi mente, tu brazo está doblado, haciéndote descansar, mientras, miro tus labios, esos que se me acercaron una vez, esos que fueron eternos… Esos con los que sueño… Te sueño, bonita.

Y tu pelo, ondulado, roza y siente tu cara.
Azuléame otra vez, preciosa, quiero sentir como mi rojo se azulea en tus ojos.

Delicada, bella, mantienes tu compostura; Chaqueta marrón, cosita, me excita.
Y en esta mañana de Enero, fría, la haces hermosa… demasiado como para no hacerme vibrar… Otra vez.

Desliza marcando el camino de negra tinta, mientras su rostro goza de belleza, su rostro precioso, hermoso. Sus ojos, al brillar… me miraron.
Sus labios tensos, me besaron. Felicidad física, emociones pasadas florecen para sentir, para sentirte, para volver a desearte, volver a amarte, seguir con mi entrecerrada mirada que, con húmedos cristales, vuelve a recordarte e imaginarte, vuelve a ver esa imagen de tu brazo en mi regazo, de tu brazo vestido de suéter alzado, agarrado por la manga con apenas tres dedos y dibujando entre el vaho de la ventana tu símbolo, nuestro símbolo. Y me enamoré.

Mientras espero por quemarme yo pensando en tu sonrisa.
Quiero que me dibujes con tus dedos… Y te digo quién eres.

Intensificar mis emociones.
Revivir tus dulces emociones.
Empezar de nuevo.
Naturalmente amarte, otra vez.
Emigrar cerca de tu cuerpo…

Ojalá pudiera volver a aquel concierto, respirabas a mi lado, melodías fluorescentes nos hacían vibrar, bellos sueños bailaban sobre ti, amor, mientras acariciaba tu pelo… Me marcó, señalado… agarrado de tu cintura y en el hueco del eco de tu voz, un trocito de canción… No podía describirlo mejor:

T'estime, t'estimo, t'estim.

Autor: Ricardo S.T.