jueves, 29 de diciembre de 2011

Cada recuerdo de tu mano sobre la mía.

Veo arder Diciembre en cada alfeizar de la ciudad. Veo cómo se retuerce la madrugada en la calle y me someto al delirio y al parecer helado de las estrellas que se estremecen y alumbran como neones cegadores que atraen corazones.

Descubro poco a poco tus pupilas dejándome llevar por la tinta húmeda que me acordona el cuerpo, y me imagino deslizando cada noche mis dedos por tu pelo, mirando desde la ventana el cielo, con la única duda de saber qué tal está nuestra luna, rutilantemente presente.

Veo consumirse Diciembre, y entre los retazos de mi recuerdo algo nuevo mueve e inmoviliza el mundo, algo deja a las palomas en pleno vuelvo inmortalizadas entre un paisaje de plumas sollozando al caer. Algo me hace temblar y cerrar los ojos dejándome llevar y deseándome saberme amalgamado en tus brazos.

Vibro cada noche con cada recuerdo de tu mano sobre la mía tratando de adivinar el método para que no te alejes de mi vida.

Descubro poco a poco que vivo diferente porque tú estás a mi lado. Sueño robándote el tiempo y tus besos frente a tu portal mientras nos miramos callados. Sigues sacudiendo mi fuerza, sigues siendo el impulso que me da energía para sobrevivir otro día. Sigues cambiándome mi vida que, estremecida, suplica encantada retener un segundo más bajo el calor de tu mirada.


Autor: Ricardo S.T.

sábado, 17 de diciembre de 2011

Revolución.

  Son días de luz y frío, de humedad y llama.

Ella brilla radiante, sabiéndose rutilante al enroscarse con la madrugada y el rumor de olas.

  Él tiembla nervioso al mirarla fijamente, al acorralar sus pupilas en los párpados de ella y al sentirse doblegado por la humedad de la costa, pero descubriéndose refugiado en la sonrisa exaltada y afilada de una joven cenicienta con las manos frías y unos ojos que reían estremeciendo mi cuerpo a poca distancia.

  Suena mi canción y la tarareas mientras le pido a las luces que pasan por el retrovisor que pare el tiempo, que el aire no corra, que la noche no se marche, que se retrase tu reloj y se alargue éste instante presente en el que puedo mirarte de reojo, ver que sigues a mi lado y no tener miedo del calendario. 


  Tocaste mi cara, miradas, canciones, palabras, ilusiones. No hay ninguna luna de diciembre como aquella. No hay nadie que alumbre como ella.


Autor: Ricardo S.T.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Coronas de agua.


  Se formaban coronas de agua sobre el paraguas mientras recorría unas calles llenas de charcos y zapatos mojados. La hora había llegado y el tiempo estaba de nuestra parte. Llovía, soplaba el viento y la poca luz que le quedaba al día luchaba contra unas nubes que devoraban el ambiente.

  Fumando un cigarro y suspirando sin tregua mientras las gotas se deslizan por las cañerías formando ríos en la calle empedrada en la que te espero, plantado y aguardando, esperando que la noche nos acorrale.

  No me reconozco asustado y nervioso, estremecido antes de esta función de invierno en un teatro improvisado, esperando que tu silueta aparezca al final de la calle rompiendo el aguacero, brillando y haciéndome temblar… Será el invierno, o el saberme contigo robándote promesas que pactan conmigo sin saber cómo ni cuándo volverás a dejarte raptar.

Soplaba el café, removías la cucharilla. Te miraba con interés mientras sacudías mi vida.


Autor: Ricardo S.T.