sábado, 30 de octubre de 2010

Demuéstrame rápido.

Demuéstrame rápido, amor mío, que el mundo no roba recuerdos olvidados, que no todos los días son grises y llueve a cántaros mientras la vida se aleja.

Demuéstrame que nuestras cicatrices no queman con la lluvia. Hazme ver que los solitarios tienen una historia del futuro, un mañana con luces brillantes.
Hoy hemos de romper el pacto del planeta con sus mentiras, el pacto de la vida con la gente que espera, de las cadenas del corazón.

No me digas, amor mío, que no fue todo real. No me quieras decir que tus ojos eran un simulacro de vida real. No quiero imaginarme que no eran verdad tus labios ardiendo a la luna llena.

Tenías mis susurros abiertos de par en par. Hechizado por escucharte, creí haberme enamorado.

No digas que todo era mentira, los cigarros consumiéndose, volviendo amarillos los dedos y gris el pulmón, derribando torres de ceniza, esparciéndola con ayuda de presagios involuntarios que se enredaban desvaneciendo cualquier sombra.

Hoy me llega tu despedida sin palabras ni besos. Hoy busco una canción que describa cómo el mundo se volcó por nosotros y de qué manera te convertiste en mi obsesión.

No digas que nada era verdad. ¿Quién provocó que dejasen de haber motivos para posar rumores de victoria en nuestras mentes?, ¿Quién detuvo la ciudad por ti?, ¿Quién devoró nuestros deseos?

No me importa quién te haga estremecer, quién mueva tus caderas o a quien regales tu voz febril mientras pueda quemar alguna noche mientras yo te miro.

Hoy mi ceniza dibuja un cielo en mis ojos, dibuja la silueta de mi cuerpo tumbado en el suelo.
Hoy la ceniza se amontona en mi pecho, rasgándolo y liberando mi corazón, que echará a volar como una bandada de gorriones.

Te imagino recorriéndome el cuerpo con tu voz, haciendo temblar mi ropa y bailando en mi boca, parándome el mundo… Y así pasaban lentas las horas hasta volver a escuchar tu voz.

Hoy dejaré la ventana de par en par por si la bandada de gorriones vuelve congelando sueños. Miraré a la ciudad con aire preocupado y alumbrado por la luz del ocaso.

El mundo se enferma mientras anochece cuando el llanto violento cose mis pestañas.


Autor: Ricardo S.T.

martes, 12 de octubre de 2010

Piscis.

Cielo con amenaza de nubes cargadas de incertidumbre. Lluvia esperada que cubriría de esperas, preocupaciones y lágrimas un camino de vuelta a la felicidad, descubriendo unos nuevos fugitivos, huyendo de la mano hacia nuevos proyectos de vida real, corriendo a través del aroma a hierba mojada y haciendo saltar de nuevo ese brillo embriagador y cristalino de ojos; ilusión por un nuevo día y una dinámica basada en un amor incandescente.

Empezamos con la noche caída y un mercurio doblegado y emergente, propio de mitades de Octubre.

Te esperaba mientras te buscaba entre la multitud, con mi ya tratado baño en un mar de ginebra. Te saludo, sonrisas. –“¿Qué tal?”.

Provocas arcoíris cerca de mis pupilas.
Unas pupilas dilatadas por un foco de luz de la orquesta instalada en la plaza, viendo como el blanco, el verde, el rojo y el amarillo se enredaba en tu cabello a ritmo de salsa cubana, la cual ya demostraste que dominabas mucho más que yo.

Dos besos, -“¿Tomamos algo?”.

De nuevo quería embarcarme contigo, a tu lado, por aquel mar de ginebra (y RonCola) en el que no tenía previsto encallar.

Mártir del sentimiento intenso, viviendo el momento y descubriendo matices de una conversación indirecta, contexto en segundo plano y miedos recorriendo de forma punzante mi espalda.

Conversación estancada entre vasos de tubo e ilusiones medio deshechas, como aquel hielo que hacías rodar con interés aguando tu decente copa.

Melodías envolventes al proponerme descubrir nuestros proyectos. Compañías de terceras personas que no ayudaban a soltarse y un ambiente poco idóneo hacían ver que tal vez mi recuerdo no estaba dispuesto a tener aquel local como el lugar definitivo y recordado con auroras de encanto y roces de manos.

Nos quedamos con una idea basada en el encubrimiento sentimental, una idea que traicionaba a la luna, movimientos torpes y un estudio de mis palabras para intentar convencerte de firmar un pacto para ese momento: Que no se acabara nunca la noche y recortáramos las distancias físicas más veces que de vez en cuando.

Entramos en un nuevo garito, uno muy bien puesto y con música que obligaba, por suerte, a hablar cerca del oído para poder ser escuchado.

Intensificación de la piel al compartir un rojo sofá, en una esquina y con la compañía de una vela consumiéndose y supurando cera líquida.

Otra vez no dudamos en tener como amistad a un vaso de tubo, con su hielo y su mar de ginebra para seguir buscando la tónica conversacional que pudiera, quizás, acercarme un poco más a tu corazón, bombeante y guardado con candado bajo llave.

Temblores en las manos, trago al gintonic. Fumo un cigarro y veo como vibra el humo de mil pitillos en el ambiente. Respiro hondo. Me sincero. Risas, nervios, prisas, miradas. Un ritual que provoca que me ponga tenso, buscando un sentimiento similar en ti. Beso. Besos. Mano en la cabeza y yo con mi tensión en la piel.

Trago y roce de cubitos en tus labios.

No oigo la música, no veo a la gente, la vela se ha apagado y tú sigues a mi lado, muriendo de nervios, contenta, preocupada… Me pides tiempo. Me arrojas hacia un posible futuro, sin visiones de proyectos que se esfumaron con conversaciones que intentabas fueran coherentes.

No sé cómo hacer que te dejes convencer de que podemos tener fe haciéndonos cargo de este sueño, sin posible fracaso y con lecciones aprendidas.

Me miras, así tan duro y tiemblo. Me apartas al cajón de los quizás, del plan B, de estructuras sentimentales. Me miras y quiero volver a besarte, a regalarte nuevos abrazos y seguir intentando huir de la mano al precipicio para no volver a soñar, ya que convertiríamos lo soñado en real.

Es hora de despedidas, sin canciones de amor y sin fechas marcadas en el calendario.

Dos besos. Dos, rozando tu mejilla y acordando futuros “hablamos” o “ya te llamaré”, recordando la tarea de completar tu canción, mi canción… La nuestra.

Salgo del garito, encallado. Y veo que la amenaza de lluvia ya moja el asfalto con una manta de desencanto empapado.

Fumo un cigarro esperando que la ceniza y el humo me digan que las cosas van a marchar bien, que abrazaré de nuevo la curva de tu espalda y que quizás, alguna copa decente venidera haga salir el sol apartando nubes y fracasos.

Mi caminar cabizbajo, empapándome y provocando coronas de agua. Agua sin truenos, ni relámpagos que iluminen el cielo gris.
Hoy volveré a soñar con proyectos, volveré a ilusionarme con posibles caminos a recorrer juntos, quizás con aprender a bailar… Pero a sabiendas de que son sueños de papel, fáciles de que los cojas y arrugues, arrojes y mojes. Aunque no está todo perdido, dejaré mi ventana abierta de par en par por si decides volver de repente. Recuerda que hay alguien que piensa en ti, y sonríe pensando que aquellos proyectos y sueños de papel pueden ser reales y así provoquen que pueda dormir a una hora decente, sin ver cada día como las veredas de mi persiana se inundan de naranja amanecer, de un despertar luminoso que refleja en mi cara y me hace saber que todavía he de estar volviendo negro lo que corre por las venas cada noche de mi vida hasta que tu pálpito reaccione a mi favor. Al favor de la Luna.


Autor: Ricardo S.T.