jueves, 27 de noviembre de 2008

Reedición : "Ponte de pie y brilla... anda".

Semanas después de actualizar/publicar, reedito la que para mi es, mi mejor "obra".

Ponte de pie y brilla... anda.

Muchas cosas empiezan por el principio, como debería ser habitual… pero esta... me da que no será así, el principio ya había pasado, ahora nos situamos en un día cualquiera, a una hora cualquiera…

Ella estaba sentada, rodeada de diminutas partículas inmóviles que formaban la acera, viendo pasar de un lado para otro los calzados de la gente de todo tipo de clases que paseaban con sus tacones, cordones, velcro y demás sistemas de cierre de esos artilugios que hacen que, de pies a la cabeza, vayamos geniales.

El caso es que él llegaba tarde, habían quedado para pasar una agradable tarde entre sabores y aromas… él, apresurado, marchaba a marcha rápida pero formal y con mucha clase, preocupándose por esos minutos que no paraban de gritarle que llegaba tarde a su cita, con ella, esa chica que le hacía vibrar y sentir lo que es la tranquilidad y sutilidad de compañía grata y amena.

Ella le llamó, algo ya cansada de esperar los diez minutos de rigor, -“Tú, feo, ¿Dónde estás?”- dijo irónicamente y esperando una respuesta satisfactoria por parte del chico –“Hola nena! Ya estoy llegando, dame un minuto y me tienes ahí”- contestó él.

Ella, al colgar miró hacia su derecha, viendo a un grupo de gente ataviadas con bolsas y demás muestras de una tarde de compras; miró a su izquierda y vio a una guitarra sollozando melodías delicadas y suavemente increíbles por unos céntimos…
Buscó de nuevo su móvil entre sus cosas, apartó el estuche de sus gafas preferidas, y bajo unas extrañas pinturitas ahí estaba el móvil… lo abrió y llamó a una amiga, informándole de la situación y haciendo que la voluptuosa espera se le hiciera más amena…

No le dio tiempo a entablar una buena conversación, ya que en esos momentos, él, con un paso con algo menos de clase y ya un poco más relajado apareció por la esquina… se vieron de lejos y sonrieron…

Los dos, haciendo como si nada y en medio de esa calle mal empedrada, se dieron un retoque a sus respectivos peinados, por si fallaba algo, hasta que la distancia se acortó, se miraron y en las pupilas del de delante se vieron reflejados a la vez que vieron todas sus experiencias pasadas…
Se saludaron, un abrazó recorrió aquella calle peatonal hasta hacerse sentir un beso en la mejilla.

Y se dispusieron a tomar “algo”…

Él, algo nervioso, no sabía como sentarse en aquellos sencillos (que no simples) y bonitos “asientos” que se ofrecían en ese lugar… ella, más relajada y preciosa, se sentó con estilo, miró al camarero y comentó lo que le gustaría tomar; Él, sin apenas pensarse dos veces (por falta de tiempo!) qué tomar, echó mano de la parte trasera de la carta, y pidió algo para refrescarse y disfrutar de un buen sabor… buena elección, al fin y al cabo.

Se miraron de nuevo, recordaron días, acciones y lugares, estaban ellos dos cara a cara, mirada con mirada, y los temas salieron sin forzar.
Todo fue fluido y bueno, ameno y sentimental, ella, con su vestido de bonito color y algunos complementos para embellecer su ya preciosa presencia; Y él… bueno, él como siempre, jodido y radiante contemplando el dibujo del detalle de la mesa de vez en cuando, solo cuando no miraba los ojos de ella, esos ojos le llevaban a un viaje eléctrico que le permitía vibrar y sentirse feliz…

Ella sacó tema de conversación, él le acompañó, y algo recorrió el cuerpo del chico cuando ella le daba cada vez más síntomas de confianza y cariño, cuando notaba que delante tenia una persona por lo cual sentir aprecio, cariño y una tremenda y extrema conexión.

Él volvió a fijarse en ella, se fijó como movía ésa pajita, despacio y con exquisito interés, en un rincón de aquel detallado garito…
No supo que decir… hablaron como si hubiera sido ayer sin ir más lejos, la última vez que se habían visto las almas… él habló de sus cosas… de sus últimos versos…
Ella, que miraba como también removía el chico su refresco con la pajita como si de ello dependiera el destino, le habló de sus triunfos, de sus modalidades artísticas…

Él no decía nada, la miraba… sonreía.

Él se sentía bien… él por fin estaba con ella… con aquella chica que era, es, y será maravillosamente genial, un sueño sublime, en fin, que la tenía en un magnífico y adornado pedestal… otra vez.

Autor: Ricardo S.T.