sábado, 27 de marzo de 2010

Puntos luminosos.

Porque la luz refleja sobre el escritorio. La cama por hacer y la medianoche pasada hacen que las letras quieran salir a bailar.

Tu recuerdo en mi almohada sigue intacto, esperando a que lo visites de nuevo. Y yo, cerrándole las puertas al pasillo veo como la oscuridad me invade, siento que llevo dentro la melancolía que existe en cada hueco que deja cada una de las estrellas que hay si provocas una mirada alta.

Una atracción uniforme recorre las estanterías, recorre cada partícula de sueño que viaja por mi cabeza; Viaja a través de las paredes, descubre los armarios y los cajones parpadean… Un pasillo de oscuridad innata rodea cada minuto de mi reloj.

Un paso hacia el pasillo y ya no hay vuelta atrás, nudo en la garganta, chapurreo de lágrimas en las pestañas y escalofrío en la espalda. Pongo la izquierda delante y doy otro paso. Caricias a mi alma, vello erizado y luces oscuras que pasan al revés del sentido común.

Mitad de camino, cilindro opaco de sensaciones que me aportan temblores al cuerpo y sollozos de incoherencia.
Paisaje ciego. Sin luz ni formas existentes. El color más oscuro crea un dominio superlativo, una superioridad dictatorial.

Incandescente negro me funde conforme avanzo. Mis pupilas se contraen al ver puntos blancos mezclándose entre sí. Pequeñas partículas omnipresentes en constante movimiento cruzándose por el vacío universal de mi pasillo.

Las luces se hipersensibilizan haciendo juego con mis sentimientos, abrazándose con mis emociones y salpicándome de calma.

Las luces se hiperactivan. Su estela es eterna y llega la primavera personal para cada una de ellas. Todo se llena de color sin luz. Son colores fluorescentes que han desterrado al blanco y se divierten contando pasiones.

Me acerco, estoy cerca del final del pasillo, lo sé porque las luces van a compás de mis palpitaciones. Dudo si las luces serán el todo o no serán nada. No sé si son luces.
Me acerco y las cogen forma. Se movilizan y mi vello desciende hasta rozar mi piel. Mi cuerpo levita entre densas caladas y gritos de silencio.

Quiero tocar las luces, pero no puedo… No son luces. Cada punto se alinea para formar un espectáculo floral que hace emanar vitalidad y una compasión mortal. Cada punto de luz es una flor. Hay de todos los colores, blanco, verde, amarillo. Es una fiesta multisensioral.

Elijo una rosa, elijo un color, el blanco. Me recuerda a ti, me recuerda a mí. La rosa blanca hace que mi sábana recuerde la sinfonía de amor que rodeaba nuestros cuerpos prietos.

Sus pétalos son aterciopelados, flexibles. La rosa se abre y se cierra cada segundo. La rosa me invita a bailar y consigo raptarla para llevársela a mi corazón.

Vuelvo atrás, las flores son puntos de colores, y éstos, con los pasos, son puntos inertes.

Abro la puerta de mi habitación, veo que el Sol ha amanecido antes solo para anochecer más pronto. Cae el Sol, cae la Luna, cae la oscuridad y con ella, la luz. Cae mi mundo… Pero yo me acuesto, quiero soñar. Me giro y de repente te puedo besar. Mi almohada nos felicita.

… Quizá mañana ponga una luz en mitad del pasillo.



Autor: Ricardo S.T.