martes, 7 de abril de 2009

Comisura.

Él vestía bermudas. Era una noche calurosa de un movido verano. Ella, expectante aunque con cierto tono interesante, le esperaba.

Él, cada segundo se perdía por la comisura de sus labios, recordándola, viendo el tiempo luchado y ganado, sintiendo esas partículas de aquel comienzo arenoso y amoroso. Notando y sintiendo aquellos factores que hacían de ese día uno de los más recordados de su vida.

Tiempo atrás él se dejó caer sobre la que parecía la más dulce de las opciones. Se dejó embaucar hasta las trancas por aquellos ojos felinos, dedicados a la luz lunar cada noche, cada momento.
No cabían más cosas en su cabeza que ella, ella, ella… Metáforas al uso que se quedaban cortas a la hora de expresar y magnificar sus emociones…

Ella lo esperaba, después de que él concertara cita con la que sería su futuro más oscuro y desagradable, en el relieve de las escaleras de un lugar con fuerte gradación simbólica.
Ella estaba allí, tan tan radiante, quizás cambiada exteriormente por acciones, sucesos y alguna que otra copa, él, sin embargo, la veía como siempre, la sentía y besaba como nunca. Él no sabía que aquella chica que le ablandeció el corazón una y otra vez se convertiría en una foto sin flash.

Tacones amarillos y encajes de vaquero le sacudieron, le hicieron vibrar hasta intensificársele la piel. Se erizó, su piel se activó cuando esos ojos los tenía delante, cuando los ojos de su chica los disfrutaba y le hacía recorrer toda su espalda a base de punzadas de color blanco y negro.

Abrazos, besos, sonrisas.
Ella podía detener el tiempo con solo un batir de párpados, y así lo hizo mientras él se rescostaba sobre aquella rugosa pared.
Bolas de collar rozaban el cuello de ella, rociándose levemente de su característico perfume. Él las contemplaba y se quedó impregnado en su corazón y en sus letras ese inconfundible aroma.
Vibró junto a su chica, se elevaron hasta la cumbre de ese amor anunciado meses atrás.
De la mano se despidieron calle abajo, en medio de tanto ruido se dieron un beso más, uno de despedida. Acordaron verse, acordaron volverse a amar… Pero no sabían que ese beso de despedida sería el último, sería el final. Sería el que siempre será recordado como la última parte de cariño demostrado.

Él No volvió a rozar la comisura de sus labios. Enloqueció soñándolos.
Quería volver a disfrutar de sus ondulaciones, de su fina tez blanca y su rosa al lado, quería acariciarle y volver a ser lo que fueron antes de rendirse… Eternos.
Ella al margen, guardada en su sí hasta hartar, increíblemente enamorada.

Las emociones de ambos no volvieron a bailar sobre la pista construida durante meses. Los sentimientos jugaron al escondite, donde fue imposible encontrarlos, otra vez… Como cada mañana.

Él seguía enloqueciendo muchos días, aunque muchas más noches… Mil noches.


" Dedicado a mis lectores, en especial, a mis seguidoras del otro lado del charco, a las cuales les debo y agradezco tanto tanto apoyo y ánimo que me permiten seguir juntando letras y demostrar que todos podemos disfrutar."
GRACIAS


Autor: Ricardo S.T.

3 comentarios:

javier_republicano dijo...

ey! como va eso? no te has animado al final a dejar algo en tu blog conmemorando el 14 de abril? una lastima, insisto que podrias colgar algo, yo mismo hare que los de la sede lo lean. animo y sigue escribiendo!

Ricardo Semper Trilles dijo...

Lo empecé pero no lo terminé.
Me pillo el 14 fuera y no pude terminarla ni actualizar.
Cuando la tenga completa la subiré, mientras voy haciendo algunas novelitas y presentandome a algún que otro concurso.

Gracias por pasarte!

Anónimo dijo...

Me pones SIEMPRE la piel de gallina, Ricardo.