Mientras, él, recostado en su mesa y viendo la rosada sonrisa de su pasada chica, hacía como que escuchaba en 2º plano los teoremas y funciones.
Sonaba la campana y ella sacaba orgullo y fuerza. Estaba tan jodida y radiante que culpaba a su carbónico de su presente comida de cabeza.
Una de las últimas rubias de él ya no le miraba como antes, ya no veía en él las ganas de volar hasta donde las puertas aún están abiertas, donde la muerte no fuera un fin y vivir fuera feliz.
Ella volvía con sus tirantes morado, sus sensuales formas y su boca azul, rodeada de una camisa de rayas que coloreaban su cintura, rozada y rodeada por una sutil costura que provocaba excitación al mezclarse con tintes naturales rubios.
Él huía de espejismos y olas de mar. Él la volvía a mirar y pensaba que cualquier día llegaría el día, ese momento comparable a la llegada a la cima de la piedra que Sisifu empujaba…
Él quería besarla, quemarse pensando en su sonrisa y bajar los telones morados en una unión de intensificaciones sensuales.
Sus manos, su cara, sus ojos sonriendo en mi cara, su calma, su sonrisa, mi respiración… Sin nubes en el cielo y buscando inspiración.
Él se movió por sentimientos y deseos. Por más que siguiera haciéndole caso a la necesidad no paraba de recordar.
Quizás tenga que esperar a que las barreras de su pensamiento se ahogues en un cubata para que pueda coger las riendas de su rebelión subiendo su camisa…
Quizás deje de verla y miles de pájaros salgan de la cabeza de él, quizás un día él desaparezca, ella se recordará de cómo juntaba letras.
A él no le encontrarán, solo verán rubios y azulados pájaros volando cuando recuerdos melancólicos lo llamen.
Solo se recordarán sus letras… Solo sus labios, solos sus oídos, sola su voz.
Y éste es mi yo. Mi historia.
Embobado miro el sol que acaricié… Ella, con el ruido, no lo quiso ver.
Y el impulso de oír de nuevo tu voz, aun teniéndola permanentemente en mi cabeza y en la silla de al lado, ha hecho que venga aquí, después de salir volando por los recuerdos de aquel octubre.
Los colores de tu vestido besan la cintura que roza tu vaquero. Un instante de insistente paciencia que sigilosamente se resvala por los nervios de ver como vacías los andenes de mi interior, se resvala por ver el futuro al frente de música triste llena de color de recuerdos que sueñan que vuelan hacia aquel suelo embarrado… No tengo donde ir, así que iré a cualquier lugar.
Con tus ojos perdieron el sentido estas letras… Con tus labios lo perdí yo.
Ya no creo en la paciencia, creo que ya no me entiendo.
Creo en los actos, creo en el pensamiento, creo en el acercamiento. Me gustaría ir ciego buscando tu salida sabiendo que miras, pero dejé de ver la luz entre las ramas cuando tus ojos dejaron de cantarme y dejaste de poseer poesía, de caminar mientras componías amor.
Sientes lo que expreso, espero que sí. Tócame la cara, que me tiembla el alma.
Y mientras yo, recostado y pensando que si me dieras la tu luz te llevaría por el camino que conozco dejando atrás un paréntesis de silencio.
Sueño con tu brazo en mi regazo y mirándote de reojo para ver si sigues a mi lado.
Por ahora el mundo se ha parado. Escoge un pincel y empieza a inmortalizarlo.
Autor: Ricardo S.T.