lunes, 30 de noviembre de 2009

Un ambiente gris y húmedo. Y flores. Y mantas.

Un ambiente gris y húmedo. Cerca de las nubes dada la altura y con pestañas aun abriéndose.
Por las ranuras de la persiana todavía no se filtran los rayos de sol y ya se nota una sensación de periódico y café.

La ciudad se despierta y nosotros echamos vapor por la boca a la vez que nos acurrucamos en el banco de madera con detalles negros. Delante una mesita con dos cafés, uno con sacarina y unas galletas que no probamos.

Medimos con delicadeza el trocito de manta que nos toca a cada uno. Una manta que por la noche picaba y por la mañana salvaba.
Te cojo de la mano por debajo de la manta de cuadros y me miras. Te sonrío y los dos juntamos nuestras frentes sabiendo que aquella imagen es la que queremos, esta imagen llena de flores, terrazas, cafeterías abriéndose y lecturas de entrevistas de “El País” es un detalle que queremos en nuestro futuro.

Tu casa, mi casa, la nuestra.

Mientras, apoyo mi pie en un tronco hecho a medida y dejo que mi café se enfríe un poco. Veo que cierras los ojos y suspiras levantando la cabeza. Tú sonríes.
Hago lo mismo, suspirando aun más fuerte y el aire fresco me recorre de arriba abajo el cuerpo desde las alturas; un cuerpo que esa noche vibró y soñó.
Brillabas haciéndome sudar y notando como éramos uno, como ya no había distancia entre tú y yo, que nuestra respiración y movimientos iban a compás del viento y el frío hacía calentarnos aún más.

Acercamos nuestras caras, nos miramos con los ojos cerrados, sintiéndonos y derrochando abrazos y besos. Te retiro el pelo de tu cara y te mojas los labios. Parpadeas y haces que me olvide del exterior y provocas que me caiga por el acantilado de tu ombligo.

Bailas y me amas con modelito de seda negra y pestañas embellezadas.

Todos los caminos que tomo me llevan hacia tus caderas y me deslizo por tu cuello y por mis sentimientos. Ahora todo vale, ahora volamos, ahora estamos tú y yo te estremeces y se te eriza la piel. Una presión hace que se me contraiga la espalda y me siento total y absolutamente en tus manos y a tu parecer. Nos miramos, las ondulaciones de tu pelo se funden en tu mirada, mis ojos sonriendo en tu cara, la noche, las luces del recibidor, la calefacción al máximo, tu boca, mi cuello, tus besos, mi cuerpo. Llegamos al clímax. Suspense embriagador de emociones llenas de éxtasis... Apoyas tu brazo en mi regazo y te deslizas a mi lado.

Soñamos y acto seguido nos amamos.
Rozándonos. Queriéndonos. Para siempre.


Autor: Ricardo S.T.