lunes, 22 de febrero de 2010

Disfrutando de la oscuridad que hay entre las sábanas.

Disfrutando de la oscuridad que hay entre las sábanas, viviendo una realidad alternativa con unas características relativas. Estaba soñando que soñaba y no despertaba si no era a tu lado.

Oigo que me muevo y siento que te llevo dentro. Terminé el día cuan la flor se abre y se lava la cara. Terminé la noche pensando que te echaba de menos.

Una presión me despertó. Pálpito. Me giré… Tu figura. Creí que los sueños aun jugaban conmigo. Nada más lejos de la realidad, me desperté soñando. Sonrisa, vente a mi cama. Beso. No lo puedo creer.

Quédate a vivir un millón de años entre las dunas de mi cama. Nos enroscaremos eternamente y bajaremos la persiana. La reflejada solar no existirá para nosotros y renaceremos existiendo entre las estrellas, los cruces, las puertas, las luces.

Tu río moreno resbala por mis dedos. Tu calma me altera. Te sobra el suéter.
Recorro tu cintura con exquisito interés sabiendo que nos dejaremos llevar cogiendo las riendas de nuestra rebelión emocional mientras subo tu camisa. El instante, el ambiente, nuestro presente… Estoy impaciente.

No me importa nada mientras estés en mi cama aunque la que sale del Este golpee la ventana a las tres de la tarde. Para mí estamos de Luna llena esquivando las estrellas y moviéndonos por la silueta de nuestra voz.

Besos en círculo, se estropea el reloj. Apriétame bien la mano, que ya no veo. Las hojas del calendario se queman. Tu cadera insiste: “Sácame a bailar”; Rózame el alma, lléname de besos, líbrame de rezos; Alma rota, no queda ropa; Sabemos lo que siento porque vivimos el momento. Sabemos lo que sientes porque disfrutamos los instantes.
Miramos el edredón y preguntamos decisiones al termómetro.

Cinco de la tarde, no vemos la distancia, tu cuello arde, llegamos a la esencia.
Clavas las uñas, miras tus párpados, las caderas juntas… Llevamos horas sin estar parados. Jamás querremos estar separados; quedamos atontados, nos aprendemos todos nuestros lados.

Siete de la tarde, tu ombligo persiste: “Invítame a amar”. Tu mano, mi brazo, la sábana, me cubres, me abrazas, te enroscas en mi regazo.
Me besas. Sueño, almohada.

Nueves de la mañana. Te espero en mi cama. Hoy no vienes, hoy no hay revolución.

Miro la manija de mi puerta, hoy no se gira para darte paso. Miro mi cama, hoy es demasiado grande… Si no es a tus ojos dejo de mirar… Porque tus ojos no son de este mundo.

Tres y media de la tarde. Mi corazón insiste, me dice que te tengo que llamar.

… Y es que, ya no sé vivir sin ti.



Autor: Ricardo S.T.



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