lunes, 16 de marzo de 2009

Vaho hasta el apagón.

Y aquel día y junto a su amiga lunar, todo giró hacia la perfección rozando el calor y la cara de la felicidad… Se juntaron flashes con alcohol, quizás restos de deseos y altas dosis de gran-gran amor.

Ella extendió su mano, vestía perfecta y enamoraba. Brillaba porque sí, descomponiendo al chico en mil pedazos liberando la piel.

Él, expectante, se dejaba llenar de colores y letras de agua y clima.
Entró en contacto el dedo de ella con el cristal de esa máquina a motor.

El cristal, compuesto por los efectos del frio y el clima de esa noche se quedó marcado y tintado de letras y emociones, de risas, canciones, sensaciones… Amores, deseos. Pasiones.

Él la miró mientras fundía sus letras dentro suya, estaba tan “ella” que no se resistió a abrazarla y besarla. El chico pensó que podía, en ese momento encantar, girar, brillar, vibrar… Pero también podía saber que cuando ella mañana esconda su voz y no esté a su lado… Él hará de su angustia una flor, y con ella una bandera para así calmar la melancolía de la chica de su vida… Hasta que vuelva!
Saber que sin ti, amor, duele más.

El vaho abrazó su dedo, pequeñas partículas solemnes y embriagadas recorrieron la espalda del chico… Éste vibro y aprendió su truco.

Por la noche se atraparon corazones asfixiados y se miraron, eran felices… El juego les había dejado así…
No se donde queda el rumor que les vio nacer… Pero ahora las dilatadas pupilas ven que todo es perfecto, que se machacan sus cuerpos prietos por sus sueños… Y volved a mirar… Ellos son felices.

Y esas partículas escribieron: TE QUIERO.

Y es verte… Y quiero verte y quiero escribirte y dibujarte en el vaho… A mi lado.


Autor: Ricardo S.T.

lunes, 2 de marzo de 2009

Tal vez fue aquel suelo embarrado...

Y aquí pongo laa traducción del anterior texto, espero que sea del agrado de todos. Aprovecho para dar las gracias a las personas que me apoyan y que siempre están ahí para leer mis letras juntas.


Tal vez fue aquella noche donde el suelo estaba embarrado, marrón y las suelas de los zapatos hacían bailar sus colores, siempre tirando hacia el sucio final… Y aún todo eso, en resumidas cuentas era bellísimo.

Se acercaba la hora donde él por fin, y después de una dura, aunque maravillosa semana estudiantil la vería, gozaría de ella fuera de aquellas paredes llenas de letras, números y palabras tintadas de negro y azul.

Ambos quedaron en un recinto donde aquel día se transformó y se perdió por el camino de la fiesta y el alcohol. La fiesta era viva por la gracia de miles de personas, miles de miradas y palabras más mayores que menos donde lo único que querían era cazar historias sentimentales.

En aquel recinto de fiestas, en el centro, se encontraba la que fue la pista sobre la que bailaron todos aquellos sentimientos y emociones, donde se cantó con la fuerza del puño que brillaba en los ojos de ambos.

Él, al verla, se acercó a ella, rubia, tan tan bonita. Su aroma era la envidia de todas las flores mientras que el helado aire que refrigeraba y hacía vibrar se apartaba delante de la fragancia y textura de aquellos ojos azules que presentaba la chica.

Él se enamoró… Melodías dinámicas y preciosas sonaban a ritmo de “ragga” mientras que besos y abrazos recorrían el cuerpo haciendo escala en la nuca, una punzante escala que dejaba sensaciones de emociones, emociones de amor, intensificaciones de la piel.

Brazos que rodeaban pensamientos hacían que los azules ojos de la chica compaginaran con el caliente cuero que rodeaba al chico… También las palabras que querían decir y que, como tantas veces, ahora se arrepienten de no haberlo hecho. Y se fueron de aquel recinto…

El chico salió del corazón de la chica, de su corazón y de su cama, y desde entonces sabe que solo están sus ojos, sus oídos… Sola su voz.



Autor: Ricardo S.T.