Ella extendió su mano, vestía perfecta y enamoraba. Brillaba porque sí, descomponiendo al chico en mil pedazos liberando la piel.
Él, expectante, se dejaba llenar de colores y letras de agua y clima.
Entró en contacto el dedo de ella con el cristal de esa máquina a motor.
El cristal, compuesto por los efectos del frio y el clima de esa noche se quedó marcado y tintado de letras y emociones, de risas, canciones, sensaciones… Amores, deseos. Pasiones.
Él la miró mientras fundía sus letras dentro suya, estaba tan “ella” que no se resistió a abrazarla y besarla. El chico pensó que podía, en ese momento encantar, girar, brillar, vibrar… Pero también podía saber que cuando ella mañana esconda su voz y no esté a su lado… Él hará de su angustia una flor, y con ella una bandera para así calmar la melancolía de la chica de su vida… Hasta que vuelva!
Saber que sin ti, amor, duele más.
El vaho abrazó su dedo, pequeñas partículas solemnes y embriagadas recorrieron la espalda del chico… Éste vibro y aprendió su truco.
Por la noche se atraparon corazones asfixiados y se miraron, eran felices… El juego les había dejado así…
No se donde queda el rumor que les vio nacer… Pero ahora las dilatadas pupilas ven que todo es perfecto, que se machacan sus cuerpos prietos por sus sueños… Y volved a mirar… Ellos son felices.
Y esas partículas escribieron: TE QUIERO.
Y es verte… Y quiero verte y quiero escribirte y dibujarte en el vaho… A mi lado.
Autor: Ricardo S.T.