Salí de mi casa, salí de mi cama.
Recordé mis haceres y olvidos, recorrí con esos pelos y cuero por doquier la hacera con destino de tinta por echar y folios DIN A4.
Mientras las caramelizadas suelas de mis ya desgastadas y quizás más grises de lo que acostumbran, zapatillas iba rozando la ciudad de cemento y madrugón, iba yo pensando que hoy, como otros tantos, llegaría después de que los pilares rectilíneos que marcan la historia anduvieran por la hora fijada.
Entre rayos de luz y otros matices, y con una mañana algo más precisa y clara, rocé el aire que besaba plantas, bancos, arboles y balancines…
Vista izquierda, vista derecha, despertadores y cafeteras.
Vista hacia, quizás, una posibilidad emocional y pseudosentimental… Posibilidad inaudita e imprecisamente realizada.
Rocé con deslizante licra un lugar de madera. Rocé apoyo reconocido… Pensé si ese banco sería mi guarida para los cuarenta y dos minutos que restaban para la siguiente hora marcada.
Nada más lejos de la realidad, vi como el tercer piso quedaba inaugurado una mañana más… Tercer piso de tiempo de paso y jodidos días. Ví como en aquel tiempo podía juntar letras y escribirme en aquella mañana. 29 Minutos más tarde resumo lo que ahora es mi día.
Y ahora, al lado de años más largos, miro la hora en la pantalla… Pensaré en marchar… No sea cosa que los pilares… (Bla, bla, bla).
Autor: Ricardo S.T.