domingo, 25 de octubre de 2009

Trescientos sesenta y cinco días.

Y llegó la noche. Noche en la que ciertas cosas no han pasado como pensaba y otras tantas no estaban pensadas como quería…

Estabas de nuevo, tú, tú, tú y también tú. Movimientos escandalosos para mis sentidos te rodeaban y quizá el leve contoneo de tus pendientes al vibrar hizo que solo me fijara en un punto de entre miles de personas, en el único punto con el que soñé y sufrí. Ese punto eres tú, y tú y tú y también tú…

Ya no es lo mismo, intenté batir el velo que te separó de mí demasiadas veces antes de esta noche y siempre con el mismo esperanzador a la vez que fatal resultado. Hoy no, hoy hacía trescientos sesenta y pico días que fui feliz.

A día de hoy ya no te sirven (ni me sirven) las miradas, los reflejos, las sonrisas y el sentir de nuevo tu piel cerca. Ya no me sirve tenerte demasiado cerca como para olvidarme de todos menos de ti puesto que ya sé donde está el final de tu camino.

No soy yo la silueta que hay esperándote al borde de tu camino. Al borde del mío si hay una silueta y juré que era la tuya.

Tan cerca del amanecer y aun planteándome la noche de demasiadas maneras…
Esta noche es atrevida, esta noche es novedosa y colocadora de un cierto caché al portador de sus emociones. Esta noche ha determinado muchos matices donde la música hacía vibrar y gritar al son de besos dibujados y labios cerrados.
Esta noche no tiene tu nombre escrito como lo tenía el sol del día, esta noche tu nombre ha pasado de tener “x” letras a tener 365 días acarreados.

Ya no dependo de esos días que ahora te has llevado contigo, ya no me hacen falta, voy más ligero, cómodo y despreocupado…

… Y no podría estar más destrozado que al querer olvidarte, estar contigo e intentar no recordarte, tanto a ti, como a ti, a ti y también a ti.


Autor: Ricardo S.T.

1 comentario:

Alejandra dijo...

Carinyet, me he hecho blog :)