domingo, 16 de agosto de 2009

El amor es el castigo que se le impone a quien no sabe estar solo.

Y ahora, justo ahora y hoy mientras la azulada luz de la mañana de domingo entra por las ranuras de mi persiana comprendo que el amor es el castigo que se le impone a quien no sabe estar solo, no hay duda.

El amor y sus drugos, el amor que me saluda con dos besos en la mejilla y cabellos rubios que me rozan. El amor que se despide con falsas promesas y una sonrisa rosada. El amor se despide con ojos azules.

El amor no se siente, se padece. Te has convertido en algo tan necesario para vivir que me mata, te has convertido en mi velocidad, en mi veneno, en mi curación.

Y así siguen pasando los minutos, por las bocas de mi persiana entra ahora luz naranja. De verdad, aún esperaré.
Y allí te encontré mientras alguien me contó que quizás tú no me echabas de menos.

No vestías de azul sueño, tus labios no se volvieron más rosados de lo que acostumbras para lanzarme un lazo en palabras como en sueños y épocas anteriores.
Te despediste y toda tu luz fue devorada por arenas de playa y música electrónica. Era mucho más, estabas en tu éxtasis, estabas en tu auge, estabas tan… preciosa.

“No sé qué será de mí”, pensé cuando vi que decidías no venir conmigo. Te volviste junto a una mezcla de abrazo engañoso y besos demasiado lejos de las comisuras, te miré para verte de espaldas alejándote una vez más de mí, te miré y recordé que me hubiera gustado desafiar al amor y buscarte como me buscaste, y mirarte como me mirabas, y besarte como te besaba…

Mi móvil no suena ni marca tu nombre, mis ojos no pueden perderte de vista. Se han quedado otra vez en un suelo demasiado pisado… Otra vez te tuve cerca, tanto que pensé que sería feliz, tanto que dejé de escuchar mi corazón para sentir el tuyo… Tanto que me muero si te separas. Y te separaste.

Me contaste que llevabas muchos días encerrada en aquellos pensamientos. Yo te obsequié con tranquilidad a cambio. Sé que me dirás… Solo busco que me lo digas. Quiero oírte, quiero empaparme de nuevo en tu voz. Necesito y quiero estar contigo.

Solo buscaba una pista que me ayudara a encontrar la luz que se quedó en tus ojos, y me entretenía viendo que, como en aquel Otoño, yo seguía pareciendo una hoja cayendo al compás de tus olas.

Otoño rubio, Otoño azulado, Otoño, vuelve para mostrarme como el humo de tus cigarros temblaban en tus ojos, vuelve para recordar pantalones rojos, verdes, azules, vuelve para recordar el cabello recogido, suelto, encima de mi cara.

Vuelve, que te quiero amar.

Da igual que sea en un suelo embarrado o al lado de la arena. Da igual que sea en muros estudiantiles o en Requena. Me da igual mientras estés tú.

Y aún sabiendo el final de la película compraría otras dos entradas en taquilla. Sé que una se malgastará.

¿Te apetece una película o mejor me marcho? Mi persiana dice que hoy es siempre… Todavía y que el verano está inacabado.

Mi cabeza solo puede recordarte. Mi corazón... Éste no dice ya nada.


Autor: Ricardo S.T.