martes, 21 de diciembre de 2010

Nuestro turno.

Dejarme la noche callada, con estrellas rotas y madrugadas con humo temblando en mis ojos. Soledad ante el frío, imaginación para pasar un día más. Roces de manta y lápiz hacían del mundo uno diferente y lleno de sensaciones y presiones en el pecho, delirios en forma de vibración cada vez que respiraba hondo.

Asomado arañando el cristal, soñando afinar en la noche mis encuentros y despedidas entre gritos y tormentas, golpes de lluvia y multitud incandescente.

Se congela el sueño mientras derrocho mi noche mirándote desde la memoria herida. Fumo un cigarro para escuchar el perfume de tu luz manchado por escritos y fotos de tu última fiesta. Si suspiras esparces todas las cenizas que queman la nostalgia e impaciencia de un tiempo que, de momento, hace que crezcamos, dudemos y esperemos nuestro turno mientras nuestra vela alumbrada anochece.

Recordar como un verso poético cómo te conocí. Algo movió todos mis papeles y libros de mi escritorio. Algo hizo pasar las hojas de mis noches anteriores, de mis reflejos y matices olvidados, algo recorrió inesperada y dulcemente las cortinas, los espejos, mi música callada. Algo con susurros rubios que azuleaba por donde pasaba. Sé que entró por mi ventana al escucharme temblar cuando la dejé de par en par… Y así, sin previo aviso me puse a imaginar cómo sería si te quedases cada noche.

De vez en cuando recuerdo cuando la vereda de mi persiana estaba cerrada sin dejar que la luz cantase al albor. Ahora desafío, en el silencio, mi destino y solo pido que aparezcas sobre la rutina ofreciéndome luz y variedad.

Y como todas las noches desde aquella noche de aires ausentes, tú de nuevo incitando mis madrugadas, volviendo a hacerme creer que el carbónico se agota de tanto juntar letras con tinte dedicado. Vuelvo a echar horas a la coartada perfecta para raptar de nuevo un paraguas cuando chispee, para manchar, tal vez, una tarde gris e inconclusa de rojo color caramelo. Para recordar, a tu lado y junto a versos en prosa cómo la panza del horizonte de un cielo naranja puede ser solo rota por tus ojos al azulear.


Autor: Ricardo S.T.

2 comentarios:

Alberto dijo...

Porque te cameloh y te roneoh un comentario te dejoh :D

Como siempre, increíble tío :) un abrazo y sigue siempre así :)

He reabierto mi blog, que lo cerré hace mucho jaja. Ya te vas pasando lo que creas necesario :)

Victor dijo...

Poeta!