jueves, 25 de septiembre de 2014

Miel y limón también.

  Todo se resumiría con una descripción gráfica y concisa de lo que significa una luz palpitante coronando el marco de la perfección en un sencillo momento de lucidez delirante. Imagina flores y brisas desconocidas acariciando cada milímetro de un refugio improvisado, un refugio por conocer. Y por conocer me refiero a aprender. Conocerte es encajar piezas, hacer vivir un pétalo marchito y remover la cuchara, débil y humana, en tu café, con exquisitez y sin prisas, fluyendo tras una lluvia que moja todas las sillas alrededor de la mesa.

(...) Además lo tiene(s) todo, desplazamientos en tren, promesa de chaquetas y arte, pasos sin cansarme y una curiosidad que tal vez haga desbordar el raciocinio que tantísimo me estaba guardando. Es que deberíais especular con vuestra sensibilidad. Hacedla vuestra. Aunque no exista, aunque sea una sencilla manzana por morder, calcetines al anochecer o una mirada desgarradora a la que trato de convencer. No me intentes comprender. Es difícil entender que tras versos inciertos llenos de viento alguien te quiera morder. Y así es, miel y limón. Echar la vista atrás dejando a un lado Castellón y sus dificultades para verte entre la multitud. El silencio tras el cristal cobra sentido, y más si imagino el estribillo tarareado contigo.

Son un puñado de horas que compartir, aun a sabiendas que una rosa sin espinas podrá tener una apariencia formidable, pero os(te) juro que no tiene aroma alguno.

Todo se resume al 'ver pasar sus aguas a través de los huesos', como si de un mercadillo de pueblo se tratase, con guirnaldas decorando desde lo alto el empedrado, como si me esperase una voz que desgarra y que todavía está por descubrir, ya que se sitúa a un lado de la acera, junto al andén, paralela a la piel que empiezo a saber leer.
Ricardo Semper Trilles

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