martes, 12 de octubre de 2010

Piscis.

Cielo con amenaza de nubes cargadas de incertidumbre. Lluvia esperada que cubriría de esperas, preocupaciones y lágrimas un camino de vuelta a la felicidad, descubriendo unos nuevos fugitivos, huyendo de la mano hacia nuevos proyectos de vida real, corriendo a través del aroma a hierba mojada y haciendo saltar de nuevo ese brillo embriagador y cristalino de ojos; ilusión por un nuevo día y una dinámica basada en un amor incandescente.

Empezamos con la noche caída y un mercurio doblegado y emergente, propio de mitades de Octubre.

Te esperaba mientras te buscaba entre la multitud, con mi ya tratado baño en un mar de ginebra. Te saludo, sonrisas. –“¿Qué tal?”.

Provocas arcoíris cerca de mis pupilas.
Unas pupilas dilatadas por un foco de luz de la orquesta instalada en la plaza, viendo como el blanco, el verde, el rojo y el amarillo se enredaba en tu cabello a ritmo de salsa cubana, la cual ya demostraste que dominabas mucho más que yo.

Dos besos, -“¿Tomamos algo?”.

De nuevo quería embarcarme contigo, a tu lado, por aquel mar de ginebra (y RonCola) en el que no tenía previsto encallar.

Mártir del sentimiento intenso, viviendo el momento y descubriendo matices de una conversación indirecta, contexto en segundo plano y miedos recorriendo de forma punzante mi espalda.

Conversación estancada entre vasos de tubo e ilusiones medio deshechas, como aquel hielo que hacías rodar con interés aguando tu decente copa.

Melodías envolventes al proponerme descubrir nuestros proyectos. Compañías de terceras personas que no ayudaban a soltarse y un ambiente poco idóneo hacían ver que tal vez mi recuerdo no estaba dispuesto a tener aquel local como el lugar definitivo y recordado con auroras de encanto y roces de manos.

Nos quedamos con una idea basada en el encubrimiento sentimental, una idea que traicionaba a la luna, movimientos torpes y un estudio de mis palabras para intentar convencerte de firmar un pacto para ese momento: Que no se acabara nunca la noche y recortáramos las distancias físicas más veces que de vez en cuando.

Entramos en un nuevo garito, uno muy bien puesto y con música que obligaba, por suerte, a hablar cerca del oído para poder ser escuchado.

Intensificación de la piel al compartir un rojo sofá, en una esquina y con la compañía de una vela consumiéndose y supurando cera líquida.

Otra vez no dudamos en tener como amistad a un vaso de tubo, con su hielo y su mar de ginebra para seguir buscando la tónica conversacional que pudiera, quizás, acercarme un poco más a tu corazón, bombeante y guardado con candado bajo llave.

Temblores en las manos, trago al gintonic. Fumo un cigarro y veo como vibra el humo de mil pitillos en el ambiente. Respiro hondo. Me sincero. Risas, nervios, prisas, miradas. Un ritual que provoca que me ponga tenso, buscando un sentimiento similar en ti. Beso. Besos. Mano en la cabeza y yo con mi tensión en la piel.

Trago y roce de cubitos en tus labios.

No oigo la música, no veo a la gente, la vela se ha apagado y tú sigues a mi lado, muriendo de nervios, contenta, preocupada… Me pides tiempo. Me arrojas hacia un posible futuro, sin visiones de proyectos que se esfumaron con conversaciones que intentabas fueran coherentes.

No sé cómo hacer que te dejes convencer de que podemos tener fe haciéndonos cargo de este sueño, sin posible fracaso y con lecciones aprendidas.

Me miras, así tan duro y tiemblo. Me apartas al cajón de los quizás, del plan B, de estructuras sentimentales. Me miras y quiero volver a besarte, a regalarte nuevos abrazos y seguir intentando huir de la mano al precipicio para no volver a soñar, ya que convertiríamos lo soñado en real.

Es hora de despedidas, sin canciones de amor y sin fechas marcadas en el calendario.

Dos besos. Dos, rozando tu mejilla y acordando futuros “hablamos” o “ya te llamaré”, recordando la tarea de completar tu canción, mi canción… La nuestra.

Salgo del garito, encallado. Y veo que la amenaza de lluvia ya moja el asfalto con una manta de desencanto empapado.

Fumo un cigarro esperando que la ceniza y el humo me digan que las cosas van a marchar bien, que abrazaré de nuevo la curva de tu espalda y que quizás, alguna copa decente venidera haga salir el sol apartando nubes y fracasos.

Mi caminar cabizbajo, empapándome y provocando coronas de agua. Agua sin truenos, ni relámpagos que iluminen el cielo gris.
Hoy volveré a soñar con proyectos, volveré a ilusionarme con posibles caminos a recorrer juntos, quizás con aprender a bailar… Pero a sabiendas de que son sueños de papel, fáciles de que los cojas y arrugues, arrojes y mojes. Aunque no está todo perdido, dejaré mi ventana abierta de par en par por si decides volver de repente. Recuerda que hay alguien que piensa en ti, y sonríe pensando que aquellos proyectos y sueños de papel pueden ser reales y así provoquen que pueda dormir a una hora decente, sin ver cada día como las veredas de mi persiana se inundan de naranja amanecer, de un despertar luminoso que refleja en mi cara y me hace saber que todavía he de estar volviendo negro lo que corre por las venas cada noche de mi vida hasta que tu pálpito reaccione a mi favor. Al favor de la Luna.


Autor: Ricardo S.T.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

muy buena,la he leido y releido y me a gustado mucho,sigue en esa linea.
se que has publicado un libro y me he quedado sin, tienes previsto publicar otro, material tienes, si es asi dilo con tiempo que tengo ganas de tenerlo

una seguidora anomima.

Ricardo Semper Trilles dijo...

Hola anónima.
Si quieres tener el libro puedes adquirirlo desde este enlace.
http://www.bubok.es/libro/detalles/174934/Volviendo-negro-lo-que-corre-por-las-venas

En vistas del éxito que ha tenido el primer libro (y sigue teniendo) sí que tengo pensado publicar el 2º, pero dentro de un tiempo.

Un abrazo y muchísimas gracias por darme todo este apoyo.