sábado, 9 de agosto de 2008

Hombres grises... perros verdes.

Él entró una noche en un bar donde no asistía por costumbre, iba vestido formal, iba borracho y solo y con un marcado gesto serio…entre las manos un cigarro doble cero y toda una noche por delante.

Se sentó en la barra y pidió vino y rosas, el camarero, muy atento a su estado le trajo un zumo de melocotón e intentó darle conversación.
Él, aún ebrio, se aferraba al plastificado asiento para evitar así caerse…

Sobre esa barra llena de marcas alcohólicas… descansaba la cabeza de él, aburrido, triste y melancólico, el camarero, lejos de entablar conversación con él le dejó el vaso a medio llenar de zumo y se fue a secar unos platos manchados de grasosa pasta gris.

Él, unos tres minutos después giró la cabeza, vio una chica al final de aquella barra, con las piernas cruzadas y un vestido ceñido negro con volantes a la altura de las rodillas, negro azabache con remates de lentejuelas.
Se acercó y le ofreció fuego en un mechero naranja de propaganda que se sacó del bolsillo derecho para un cigarro que la chica se estaba poniendo en sus gruesos labios que estaban sobrecargados de rojo carmín.

La chica le rechazo el fuego, pues ya tenía una cerilla prendida.
Él, un tanto desconsolado por no haber llegado a tiempo al favor de la chica… le intenta dar conversación:
-“¿Vienes mucho por aquí, guapa?”- le pregunta él… al tiempo la chica se gira… y en sus pupilas y arrugas nota que más bien es una señora que retiene cosas de su mejor juventud.

La señora le responde: -“ Lo suficiente para saber que tu no has venido muchas veces y que intentas ligarme”- Él, algo aletargado y con una mirada algo más sobria, le dice que nunca había visto brillar a un pelo así, que le encantaba… y se lanzó a olerlo… ella, coqueta pero muy suelta, se le acercó sutilmente, haciendo que se rozaran sus rostros, los detalles cutáneos a vista común debido a la escasa distancia, mirada sugerente por parte de ambos, ella le acarició la cara, rozó con su nariz sus labios… y le empujó contra la mesa de billar, haciendo que se golpeara con fuerza la espalda y cayera de rodillas junto a los tacones de aguja de la señora, que al dirigirse hacia la puerta para salir de aquel antro, pisó la dolorida espalda de este, provocando más humillación, si cabe, en su persona.

El camarero le ayudó a incorporarse, advirtiéndole que esa era la “madame” de las señoritas de la casa que tiene un neón que se ilumina por la noche…

Él, triste, le pide al camarero lo más fuerte que tuviera… este con mucha precaución y sin saber si hacía bien, se lo sirve… hablan de las penurias del amor… que es eterno mientras dura.

Hablaron hasta que entre los dos se “pimplaron” dos botellas y media de aquel brebaje-bomba compuesto por whisky, Téquila y vino de la casa…

Hablaron de todas sus penas, que no eran pocas…

Cuando el sol ya rozaba la cara del ebrio hombre, decidió marcharse de aquel antro.
El camarero le advirtió de que no iba muy bien… él no hizo caso… abrió aquella puerta de madera con pensamientos negros…
Al salir… se tropezó con el primer obstáculo que se le puso por medio, era, cómo no, un cubo de basura con sus respectivas negras bolsas… se desplomó en el asfalto, se golpeó la cabeza … el camarero salió a auxiliarle… le abrazó y notó como se moría por dentro… y no por el golpe, precisamente.
Dijo algo en su oído, se deshizo en sus brazos.

Llamó fugazmente a la ambulancia, la cual tardó pocos minutos en aparecer.

Él se despertó en una habitación blanca, silenciosa y con un olor desagradable…
Antes de abrir los ojos y separar los párpados, notó un suave tacto en la sábana que le rodeaba… pero, a la vez, también notó un tubo que le atravesaba la laringe dedicada a hacerle respirar.

Abrió los ojos y todos corrían, -“Se ha despertado!, se ha despertado!”- gritaban -.

Al poco tiempo ya estaba todo un poco más tranquilo, él comía en una bandeja donde habían frutas y yogures… giró la cara y vio en otra habitación a una muchacha, morena, vestida discretamente, que bailaba muy despacio, refugiada en el cálido pecho de un muchacho.

Le contó, le escuchó, se abrazaron y se notó que ahí, en ese hospital nació el amor !

Todo terminó, volvió a su casa… con ella, con la chica morena discreta, felices… era un miércoles de abril, medio lluvioso.
Aquella tarde fueron al cine, hicieron el amor, ella le preguntaba constantemente si no fumaba demasiado… él ni caso, prefería entretenerse en parar su reloj para que los segundos fueran eternos a su lado…

Pasaron los años… y él acudió otra vez a aquel bar… donde lejos de acabar con su vida… le regaló una nueva.

Pero acudió en distintas condiciones y por distintos motivos.
Él entró en el bar ,iba vestido de riguroso luto, no venía borracho, pero si solo y con gesto serio…
Llevaba algo… llevaba flores… llevaba lágrimas.
Ella le había dejado, explicó al camarero y a la señora, la del vestido negro detallado con lentejuelas…

Pero ella no había muerto… pero había decidido considerarla muerta y pidió brindar por su olvido y su memoria.


Y sí… ahora es tu turno, Alejandra, ahora es tu turno de regalarme la continuación de esto, el porque la consideraba muerta… cuando no lo estaba.
Continua la historia y regálamela.

Ahora que te toca escribir a ti… empieza lo bueno!.


Dedicado a mi amiga Alejandra O.



Autor:
Ricardo S.T.

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