Por aquel entonces el humo ya se deslizaba por su garganta, los dedos amarillos ya no alcanzaban a contar las horas de madrugada que se volvían cortas y el calendario parecía que ardía en su contra.
Quedaba en su mente, y en el hueco de su garganta, un retazo de sonrisa que todavía creía recordar, un sollozo envolvente y estremecedor que limitaba su voz, hacía temblar su mano y rasgaba su espacio temporal.
La noche acorralaba a eso de las cuatro ante merídiem y era imposible mantener la ceniza controlada. Con cada suspiro esparcía la pavesa por su habitación que, a su vez, quemaba sus pulmones al ritmo de favilas consumidas con cada recuerdo evocado.
Las alusiones en pretérito parecían indefinidas, y la combustión del vibrar palpitaba en su interior, se agitaba… Y él, esperanzado, se sacudía errores y excusas mal nombradas con un suave y ligero pestañear que siempre iba acompañado de un fruncir de cejas bullicioso.
Temblaba la noche y él trataba de adivinar cómo era el último brillo de los ojos de ella al mirar, se esforzaba en emprender una lucha interna para recordar su último batir de alas, esa bandada asesina de pájaros enjaulados que rompía cada horizonte naranja mientras sus pupilas se afilaban…
De aquel parpadeo inmortal solo quedaba escombro de plumas que se desvanece con cada letra dedicada.
¿Cómo estarás ahora? Te echo de menos, cómo pasa el tiempo.
Ahora espero tener el reflejo de un espejo con el que me pueda reconocer, con el que pueda embriagarme y pensar que recibiré postales del extranjero contándome que somos otros, que las melodías vuelven a sonar. Que somos más viejos. Que aquel otoño sigue siendo nuestro.
Luz y letras para regalarte mi vida, decirte que la tarde es tuya, para suspirar con que volvamos a aquella cafetería donde el mundo se paró, donde me escuchaste y me buscaste, donde hiciste que me perdiera y cambiaste el norte de posición, apagaste la estrella polar y me enseñaste que las frías mañanas, grises y húmedas, llenas de mantas y rosas blancas son para pasarlas entre besos y humo de café recién hecho.
Lléname de nuevo con tus bailes de cucharilla entre sacarina e ilusiones. Inúndame con vértigo otro invierno. Haz que resuene otra vez el eco de esos traicioneros nervios que siempre he sentido antes de brindar contigo con un roce de caricia intrépida al saludarte. Haz que vuelva a nevar en el hueco de mis manos cada verano. Invéntate pétalos en primavera… Que nuestro árbol (del que ya te hablé) sigue con hoja perenne, sigue queriendo escapar, despertar a tu lado, sentirte.
Apuremos otra noche.
Vuelve y recoge mi silueta tendida en mi cama, vuelve a tocar el cristal de la ventana y juega de nuevo con tu vaho. Déjate convencer para que vuelva a enseñarte que podemos sentirnos vivos si somos la lluvia tras el cristal.
Haz que esta voz no se consuma recordando el morir del último portazo, que no se desgarre este último milagro.
Eres de nuevo una herida abierta, un grito desconsolador del que es imposible escapar, un deseo póstumo por el que estallar en un desgarro de vida, y de desgarrar tanto, sigo deseando tu presencia, tu sombra alargada entrando por la vereda de la puerta de mi habitación despertándome el día y removiendo las horas. Sigo queriendo raptar este fantasma de viejas citas desconcertadoras que toman el color del domingo y apuñalan mi amor propio a cambio de centímetros congelados llenos de luz, a cambio de madrugadas inmortales decidiendo si el botón de tu camisa iba a hacer historia aquella noche.
Haz que estos grises despertares y amaneceres tristes dejen de adelantar mi final.
La ciudad arde y grita, maldice y rasga esos rincones sin luz en los que el futuro no importaba si te agarrabas de mi mano, también las despedidas malheridas frente a tu portal.
Báilame el agua de nuevo, que mi corazón está codiciando otra vez el privilegio de mirarte a los ojos y recordarte que nunca es tarde para amarme, preguntarte si te acuerdas de mí y regalarte, sin tenerte en cuenta mentiras y esperas, mis letras. Acariciarte, recapitular hasta el momento en el que decidimos ser eternos.
Autor: Ricardo S.T.